Últimamente,
y casi a diario estamos siendo “bombardeados” por lo que comúnmente se denomina
“superioridad moral de la izquierda”. Esta supuesta cualidad del socialismo
español (que no europeo) tiene por supuesto un origen (como todas las cosas).
Particularmente a mí, que no comulgo precisamente con las
ideas socialistas me resulta particularmente molesto; máxime si me detengo a
observar el actual panorama de corrupción y estúpida ñoñería que entre sus
filas (también en la “oposición”) se ha asentado. Aún así, siempre intento una
cierta objetividad en mis escritos.
Dicho esto, me remontaré a los orígenes, no del
socialismo, pero si del Partido Socialista y su filial “obrera” la UGT en
España.
En 1881 Sagasta (entonces Presidente del Gobierno) devolvió
a las clases trabajadoras el Derecho de Asociación. Esto permitió a los
socialistas que hasta entonces habían permanecido en la clandestinidad fundar
su partido. En principio fue fundado con 900 miembros del sindicato de
impresores y tipógrafos (gremio al que me honra haber pertenecido) y
aproximadamente un centenar de trabajadores de otros gremios. Pablo Iglesias
fue elegido su primer secretario.
El primer acto de este nuevo partido obrero, fue convocar
una huelga de Artes Gráficas en protesta por el incumplimiento por parte
de las imprentas de sus obligaciones
para con los trabajadores. La huelga, fue escasamente seguida, pero al ser la
primera que se convocaba tras la restauración de la Monarquía tuvo un gran
impacto social. Al ser seguida mayoritariamente en Madrid por los tipógrafos,
algunos periódicos no pudieron sacar sus ediciones. Toda la prensa, tanto
liberal como conservadora arremetió contra los socialistas, y muchos de ellos
tuvieron que “emigrar” a otras regiones. El Gobierno intervino y encarceló al
comité de huelga. Pablo Iglesias fue sentenciado a tres meses de prisión. Tanto
la reacción de la prensa, como la desproporción de la represión dio al
socialismo el empujón de prestigio necesario para su afirmación.
En 1886, se fundó el periódico
“El Socialista” con un modesto capital inicial de 927 ptas. que habían logrado
reunir tras tres años de esfuerzo. El mismo Iglesias publicó en este periódico
lo que sería de un modo breve toda una declaración de principios: “Atacaremos a todos los partidos burgueses,
en especial a los más avanzados”.
Estos “más avanzados”, eran aquellos que más posibilidades tenían de atraer el
voto de los trabajadores. Pablo Iglesias se instaló en lo que el mismo calificó
de “Santa Intransigencia”.
Afianzado el partido, la siguiente acción era crear un
sindicato que aglutinase a todos los trabajadores, y en 1888 Francisco Mora y
García Quejido lograron fundar la UGT con los restos de pequeños sindicatos de
corte anarquista pero que no estaban satisfechos con la acción revolucionaria
que imperaba entre ellos. UGT, era un sindicato moderado de corriente
socialdemócrata y sin tendencia revolucionaria.
Pero en aquella época, los españoles eran más dados a la
radicalidad que al diálogo, de ahí que aunque la idea de un sindicato de clase
de “acción moderada”, resultaba atrayente, los trabajadores preferían
mayoritariamente la “acción directa” de los sindicatos anarquistas. Además,
estos últimos no cobraban cuotas a sus afiliados, y este era otro factor
decisivo a la hora de optar por la militancia. Pero hay que tener en cuenta
también, que existe una gran diferencia entre Anarquía y Socialismo. El
socialismo, necesita al Estado y del Estado y su aspiración es llegar a
dirigirlo por la vía política. Es inconcebible una sociedad socialista sin un Estado
fuerte y centralizado, mientras que los anarquistas pretenden la eliminación
del Estado o en su defecto un Estado lo más reducido posible por confiar en el
individuo, por tanto la política carece de interés para ellos.
Pero el motivo fundamental por el cual las preferencias
de la época se inclinaban por la anarquía, era el alto grado de corrupción que
invadía todas las esferas de la vida política española. Altos cargos corruptos,
malversación de fondos públicos, sobornos, compra de votos, politización de la
Justicia, y un largo etc. (hay cosas que nunca cambian). Ante este panorama,
pensar que los españoles acudirían masivamente a las urnas era una insensatez,
sabiendo además que los resultados serían falseados.
Cambó, líder de los conservadores catalanes definió ·”El
Constitucionalismo Español” como “una inmensa ficción desde Fernando VII hasta
nuestros días (1923)”
Por ello, Pablo Iglesias diseñó un plan de “Preparación
Moral” dirigido a la clase trabajadora y en especial a los miembros de su
propio partido. Estaban obligados a mantener una estricta disciplina, vivir en
la austeridad, y mantener un esmerado cuidado de la moral, la conciencia limpia
y las buenas costumbres. Tal era su disciplina que los republicanos los
trataban de “frailunos”. “Esto del socialismo es cosa de frailes” decían.
La UGT fue fundada en Barcelona, pero la mayoría
anarquista de esta ciudad motivó que su implantación fracasase y hubieron de
trasladarse a Madrid.
A fuerza de predicar con el ejemplo, el Partido
socialista comenzó a ganar adeptos. En Bilbao, tras algunos éxitos de los
trabajadores de Altos Hornos en sus huelgas la UGT comenzó a despegar y desde
allí se extendió a toda España. Su lucha era contra todos los estamentos desde
la Iglesia por su apoyo a los gobiernos de turno, pasando por los caciques, y
acabando en el mismo gobierno.
Lerroux, líder del Partido Radical en Barcelona, había
“importado” de Bélgica las “Casas del Pueblo” (lugares de reunión de los
trabajadores socialistas belgas). Pablo Iglesias, encontró en ellas la forma de
instruir a los trabajadores en los principios del socialismo y adoptó la idea
para su partido. Las Casas del Pueblo, disponían de café, biblioteca, que
incluía todo tipo de literatura de interés, sala de reuniones, y un servicio de
ayudas y asesoría laboral. En una España donde solo en cinco o seis ciudades
disponían de una biblioteca pública, lo que el Partido Socialista ofrecía a sus
miembros y a los de UGT, suponía un gran avance. En Madrid, la Casa del Pueblo era
un palacio ducal comprado expresamente para este fin por el Partido Socialista
el cual tenía de sí mismo un gran concepto y se consideraba heredero de las
glorias del pasado.
Bajo la dirección de Pablo Iglesias el partido continuó
su labor de regeneración social desdeñando las algaradas, las huelgas
generales, y rechazando el espíritu revolucionario de sus rivales anarquistas
de quienes decía, solo sabían ladrar y destruir.
Iglesias, se proponía elevar el nivel del propio respeto
de la clase trabajadora. Los miembros de sus sindicatos debían ser hombres
serios, no podían beber ni aceptar cohechos, no podían frecuentar prostíbulos,
debían dar ejemplo con la austeridad. Pero Pablo Iglesias no solo marcaba el
camino a seguir, él mismo se constituía en ejemplo con sus actos, y así, cuando
Sagasta le ofreció un puesto de diputado por Valmaseda a cambio de no
presentarse a las elecciones en Bilbao, lo rechazó a sabiendas de que de no
aceptar tardaría años en conseguir un escaño en Cortes.
En 1905, Pablo Iglesias y Largo Caballero, obtuvieron un
puesto de concejales en el Ayuntamiento de Madrid. Se ha dicho en algún medio
que falsearon los resultados, pero lo que en realidad hicieron fue falsear las
marcas secretas que tenían las papeletas y que servían para identificar el
resultado antes de abrirlas. Así, lo que hicieron fue confundir las marcas de
tal manera que fuese necesario abrir las papeletas públicamente evitando así el
fraude.
El Partido Socialista ansiaba el poder tanto o más que
cualquier otro partido, paro no a cualquier precio. Sabían que las reformas
sociales que necesitaba España solo podían llevarse a cabo desde el Parlamento
y el Gobierno. Deseaban ante todo acabar con el clima de corrupción que se
había instalado en las instituciones y para ello se erigieron en defensores a
ultranza de los valores tradicionales de España poniéndose del lado de los más
débiles y necesitados. Desde el conservador Cambó hasta el radical Lerroux,
todos querían lo mismo; regenerar la política española.
La ocasión de abandonar las filas de los pequeños
partidos y alcanzar cotas de poder elevadas, se le presentó a Pablo Iglesias de
la mano de un hecho aparentemente intranscendente:
En julio de 1909 algunas tribus bereberes del Norte de
África próximas a Melilla, atacaron a los trabajadores de una compañía de
ferrocarriles española. Maura, movilizó a los reservistas y ordenó la
incorporación a filas de estos en Madrid y Barcelona. Se piensa, que la
movilización de Barcelona, fue una forma de “castigar” al reciente y creciente
fenómeno del “nacionalismo catalán” más que una necesidad real. Sea como fuere,
lo cierto es que esa acción, tuvo su consecuencia directa en la convocatoria de
una manifestación en Barcelona el día 18 de julio, en protesta contra los
embarques de tropas. Esta manifestación fue convocada por el Partido Radical de
Lerroux, y tímidamente apoyada por el Partido Socialista que no compartía los
métodos de los radicales.
Para hacernos una idea del porqué los acontecimientos que
se desarrollaron a partir de la convocatoria de huelga en Barcelona lo hicieron
de la forma tan brutal y trágica como sucedieron, citaré un fragmento de un
artículo publicado por Alejandro Lerroux en “La Rebeldía” el 1 de septiembre de
1906:
“Jóvenes bárbaros
de hoy; ¡entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país
sin ventura!;¡destruid sus templos, acabad con sus dioses!; ¡alzad el velo de
las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie!;
¡romped los archivos de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para
purificar la infame organización social!; ¡penetrad en sus humildes corazones,
y levantad legiones de proletarios de manera que el mundo tiemble ante sus
nuevos jueces!; ¡no os detengáis ante los altares ni ante las tumbas…!.
¡Luchad, matad, morir…!”.
Ante las noticias de
un elevado número de bajas en el frente, el Partido Socialista, no sin desgana,
se vio empujado a pactar con los radicales la convocatoria de una huelga
general. Los acontecimientos que duraron una semana acabando el 2 de agosto de
1909 y que pasaron a la historia con el nombre de “la Semana trágica de
Barcelona” se saldaron con setenta iglesias, colegios católicos y conventos quemados
y reducidos a escombros. Más de cien muertos entre ellos curas y monjas así
como innumerables violaciones de monjas. Más de doscientos heridos. Y
posteriormente cinco fusilados por acción de la Justicia.
El 2 de agosto y en respuesta a la “brutal” represión
ejercida por el gobierno de Maura, la UGT extendió la huelga a toda España.
Pablo Iglesias publicó un violento manifiesto y la popularidad de los
socialistas se disparó. Pactó con republicanos y radicales para el fin de
acabar con la guerra de Marruecos y derrocar al gobierno de Maura. En las
elecciones que se celebraron unos meses después Iglesias, fue elegido diputado
a Cortes por Madrid y los socialistas obtuvieron puestos en más de cuarenta
ayuntamientos.
El Partido socialista, con Pablo Iglesias al frente se
había erigido en defensor de los valores y tradiciones de España, había
demostrado que aunque rechazaba la violencia estaban dispuestos a no
despreciarla y siempre como último recurso con el único objetivo de acabar con
la corrupción e instaurar un gobierno decente y honrado. Por ello, la gente que
hasta ese momento no había demostrado el más mínimo interés en acudir a las
urnas, al ver que realmente había un partido dispuesto a cambiar las cosas, se
volcó en ellas provocando la caída del gobierno.
Hacia 1917, todos los partidos que luchaban por la
regeneración habían adquirido suficiente fuerza como para representar una
opción seria de poder. La burguesía entró en pánico al creer que todo aquel
movimiento podría desembocar en una revolución, y para evitarlo y acabar con
sus aspiraciones (si existían), el gobierno de Dato diseñó un plan.
Los socialistas de la UGT, habían pactado hacía meses con
los anarquistas de la CNT una huelga general para mediados de agosto con la
advertencia de no abandonarla hasta lograr la caída del régimen marcado por la
corrupción y amparado por la Monarquía. Así mismo, los conservadores de Cambó,
líder de la “Lliga Regionalista” a los que se sumaron los radicales
republicanos de Lerroux exigieron al gobierno la convocatoria de Cortes para
tratar de la situación del país, pero Dato, se negó. Ante esta negativa, la
mayor parte de los diputados a Cortes por Cataluña se reunieron a comienzos de
julio en la Asamblea de Parlamentarios realizada en Barcelona exigiendo la
convocatoria de Cortes Constituyentes con el fin de dar al Estado una nueva
organización que reconociese la autonomía de las regiones entre otras medidas de carácter económico y
militar. El ambiente que se respiraba era pre-revolucionario. Se cuestionaban
las bases del sistema político de la Restauración con el bipartidismo como
fórmula, la corrupción del poder judicial que quedaba sometido al ejecutivo y
el papel del Rey como fuente de inestabilidad política. La respuesta de Dato,
fue declarar ilegal la Asamblea y ocupar militarmente Barcelona, lo que hizo
que los ánimos se caldearan aún más. Pero los socialistas, todavía no estaban
preparados para convocar una huelga. El acuerdo para la celebración de la
misma, se había adoptado en marzo por Julián Besteiro y Largo Caballero por la
UGT, y Segui y Pestaña por la CNT publicando la convocatoria:
“Con el fin de
obligar a las clases dominantes a realizar aquellos cambios fundamentales del
sistema que garanticen al pueblo el mínimo de condiciones decorosas de vida y
de desarrollo de sus actividades emancipadoras se impone que el proletariado
español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el
arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos”
Pero el tiempo
transcurrido desde la publicación de esta convocatoria hasta su
realización, obró en contra de los convocantes, ya que fue aprovechado por el
gobierno para detener a los firmantes del manifiesto y cerrar las Casas del
Pueblo socialistas.
Pablo Iglesias, quería un éxito rotundo sabedor de que
solo dispondrían de una oportunidad para cambiar las cosas, y que de fallar, todo seguiría igual. Dato por
su parte, sabía que si la huelga se convocaba sin la debida preparación el
éxito sería suyo, pues el fracaso de la misma, le permitiría erigirse en
“salvador de España”. Así, aprovechando un conflicto de los trabajadores de UGT
en la empresa “Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España” en el que
pedían la readmisión de 36 compañeros, el gobierno, presionó a la empresa para
que no cediese. La respuesta de UGT, fue comenzar una huelga del sector
ferroviario el 10 de agosto. Daniel Angiano, secretario del sector de UGT, sabía que de comenzar la huelga
sectorial antes que la general, todo podría fracasar. Pero tampoco podía abandonar
a sus compañeros y Pablo Iglesias, se vio forzado a convocar la huelga general
por este motivo días antes de lo previsto. Cayó en la trampa de Dato y la
huelga fue aplastada por el ejército con gran derramamiento de sangre. La
caballería cargó en Cuatro Caminos (Madrid), contra los huelguistas, y la
infantería abrió fuego sobre ellos.
Toda esperanza de regeneración parlamentaria se esfumó.
Largo Caballero, Besteiro, Angiano y Saborit fueron encarcelados. Pero en las
elecciones celebradas a continuación como consecuencia de estos
acontecimientos, salieron elegidos diputados y hubieron de ser excarcelados.
También resultaron elegidos Pablo Iglesias y Prieto. Pablo Iglesias, ocupó la
presidencia del Partido y de la UGT hasta su muerte en 1925, pero desde 1917 su
estado de salud le tuvo apartado de la escena política.
Largo Caballero ocupó el puesto de Iglesias en UGT y
Julián Besteiro la vicepresidencia del Partido Socialista. Indalecio Prieto por
su parte, ocupó puestos de relevancia dentro del Partido debido a su
inteligencia y capacidad oratoria aunque mantuvo un constante enfrentamiento
prolongado durante más de veinte años con Largo Caballero por la “particular”
forma de hacer política de este último. Al fin y al cabo, era Largo Caballero
un hombre sin estudios ni “maneras” y cuya profesión (estucador), distaba mucho
de la política. Así mismo, tampoco le importaban demasiado los métodos para
obtener los fines, y aunque honrado, carecía del carisma y dignidad que
envolvían a Pablo Iglesias.
Cuando en 1923 Primo de Rivera se hizo con el poder tras
un golpe de estado e instauró “La Dictadura”, quiso contar con el apoyo de los
trabajadores a fin de darle una mayor estabilidad a su gobierno, para ello
ofreció a los socialistas la oportunidad de unirse al ejecutivo. Prieto, se
negó en redondo dadas sus convicciones liberales, pero Largo Caballero,
ambicioso y ansiando el poder más que
cualquier otra cosa aceptó, y pasó a formar parte del gobierno como Consejero
de Estado en representación de la UGT. Era la primera vez, que un sindicato de
clase formaba parte de un gobierno en España.
Salvador de Madariaga, intelectual liberal español,
destacaba en 1930 el carácter austero de la política socialista, su sentido de
la autoridad, el instinto de gobierno desde arriba y el peso de dignidad que
conferían a las instituciones. Una actitud frente a la vida en definitiva
hondamente influenciada por las tradiciones de la España católica y las
virtudes castellanas.
Hemos visto, como a lo largo de cincuenta años, el Partido
Socialista trabajó incansablemente por regenerar la vida política y social en
España. Dio ejemplo y obtuvo su recompensa. Pero “la carne es débil” y como ley
natural, todo tiende a corromperse. El Partido Socialista, no fue una excepción
a esta regla y con la II República comenzó su declive. Los socialistas de hoy,
se basan en los hechos narrados hasta aquí, para imbuirse de una cierta
superioridad moral que de no haber ocurrido los sucesos que siguen, bien
podrían servirles de “colchón”, pero estos sucesos, sumados a la actual actitud del
Partido Socialista inundado más que salpicado por todo tipo de corruptelas,
prácticas inmorales, alejamiento de las tradiciones y valores de los españoles
son suficientes no solo para anular cualquier éxito precedente (muy lejano),
sino para arrojarlo de lleno a las mismas cloacas donde se revuelcan el resto
de partidos que componen nuestro arco parlamentario. A día de hoy, no queda el
más mínimo rastro de aquél socialismo romántico que fundara Pablo Iglesias. Unido
como única fórmula de salvación a todo tipo de reivindicaciones formuladas por
sectores minoritarios de la sociedad y
cediendo a las presiones de grupos gays, abortistas, y “comecuras” e intentando
hacer pasar estas posturas como “progreso”. El Partido Socialista se ha
“merendado” los cimientos sobre los que fue constituido. La pérdida de valores,
la inmoralidad, y la ostentación, han reemplazado a la honorabilidad, la
austeridad, y la moralidad. No me cabe duda de que si existe la más remota
posibilidad, Pablo Iglesias estará revolviéndose en su tumba ante el lamentable
espectáculo que el partido que él fundó está dando a España, a Europa y al
mundo. El “Socialismo” español hoy es la antítesis de lo que fue y es el
auténtico socialismo.
Al llegar la II República, Azaña formó un gobierno
compuesto de republicanos de izquierdas y socialistas. Se elaboró una nueva
Constitución y el país se mantuvo en una “calma tensa” en espera de
acontecimientos, y salpicada por algunos incidentes mayoritariamente provocados
por los anarquistas. Pero mientras los socialistas se mostraban complacidos en
sus tareas de “directores” de esa “nueva España”, un incidente apenas sin
importancia vino a poner al descubierto la verdadera cara de esos nuevos
socialistas y que ya cada vez menos se parecía a sus orígenes. Para su fundador
la necesidad era transformar a la sociedad respetando al máximo los derechos de
los trabajadores. Para estos nuevos socialistas la prioridad era mantenerse en
el poder costase lo que costase.
El 8 de enero se produjo en Barcelona una revuelta
provocada por miembros de la FAI
(Federación Anarquista Internacional) los eternos rivales del
socialismo. Paralelamente, en Andalucía se convocó una huelga general (que no
llegó a realizarse) con el objeto de apoyar a sus compañeros de Barcelona; pero
un viejo anarquista andaluz apodado “seisdedos” natural de Casas Viejas, tuvo
noticias de que se había convocado la huelga y creyó llegado el momento de
“liberar” al pueblo del yugo del cacique. Este, no era otro que el duque de
Medina Sidonia uno de los mayores terratenientes de España. Seisdedos, reunió a
sus familiares y amigos, y tras convencerlos, se armaron como pudieron y se
dirigieron al cuartel de la Guardia Civil para pedirles que depusieran las
armas y se les uniesen ya que en adelante todos los hombres por fin, serían
libres y felices y disfrutarían en común de las tierras de los ricos tal y como
decían las prédicas anarquistas. La Guardia Civil ignoró esta petición, y tras
algunos disparos por ambas partes, los vecinos cercaron el cuartel. El
Gobierno, que estaba preparado a la espera de un alzamiento anarquista en
Barcelona y Andalucía, no tardó en reaccionar. Envió tropas y guardias civiles
a toda la provincia e instaron a la población de Casas Viejas que se habían
refugiado en sus hogares a deponer las armas. Los campesinos se negaron a
rendirse y comenzó una refriega en la que las casas del pueblo fueron
incendiadas por las tropas. Murieron veinticinco personas incluido Seisdedos.
La pregunta inmediata que surgió en el pueblo era obvia:
¿No se había instaurado la República para acabar con este tipo de acciones?. El
Gobierno, se vio obligado a ceder a la presión popular y se creó una Comisión
de Investigación. Sus conclusiones fueron demoledoras. Primera, Las órdenes
dadas por el Ministro de la Gobernación Casares Quiroga y por Azaña mismo
fueron innecesariamente severas. Segunda, que el Director General de Seguridad
Menéndez interpretó la orden aplicando la “Ley de Fugas” (disparar a matar). Y
tercera, que el Capitán Rojas de la Guardia de Asalto actuó de un modo criminal
e inhumano al fusilar a una docena de prisioneros sin ninguna razón para ello.
En realidad, si que había una razón (oculta): acabar con la rivalidad de los
anarquistas que impedían el crecimiento de la UGT.
Este acontecimiento, marcó el declive de los socialistas
en España por la responsabilidad que les tocaba como parte integrante del
Gobierno. A partir de aquí, sus métodos hubieron de cambiar y hacerse cada vez
más “turbios”. Nunca recuperaron los valores que Pablo Iglesias insufló en sus
inicios.
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