domingo, 1 de marzo de 2015

ENTRE PILLOS ANDA EL JUEGO


 

¡Oh cielos, la corrupción salpica a todas las instituciones de nuestro país! ¡Estamos siendo gobernados por una panda de chorizos! ¡Pedazo de golfos! ¡Ladrones! ¡Estáis todos corrompidos y no se salva ni uno! ¡Os va a votar vuestra ….a madre!, y…..es aquí, en este momento, cuando presa de la ira, ¡zaaas! Me tiro de los pelos; me rasgo la camisa…….

Pero….¡Choooofffff!. Tras llegar al éxtasis, y después de esta eyaculación verborréica llega la calma, el…relax. Es el momento del cigarrillo. Con la primera bocanada de humo….la reflexión.

¿Qué es un político?, ¿De dónde sale? No cabe duda de que es un hombre como yo (o  mujer, en este caso, al menos en lo físico, no es como yo). Nacido en el seno de una familia. Dentro de una comunidad, que a su vez pertenece a una determinada sociedad. En el caso que nos ocupa, la española. Y puesto que ambos, tanto él como yo, somos españoles, y dado que tras cincuenta y siete años de vida conozco bien la sociedad a la que pertenezco, y a mí mismo, me pregunto: ¿Quién cojones (está en el diccionario de la RAE) soy yo para criticar a nuestros políticos? ¿Quién soy yo, quienes somos nosotros, ¡todos! sin excepciones, para exigir “santidad” a quienes nos dirigen?

Los santos, a saber, están en los altares, y muchos de ellos (San Pablo por ej.) fueron elevados tras no pocas tropelías antes de sus conversiones. Así pues, y valiéndome de este ejemplo, a lo más que puedo aspirar, lo máximo que puedo exigirles, es su “conversión”.


No debemos olvidar que pertenecemos a una sociedad que dio al mundo un género literario particularmente entretenido y exclusivamente nuestro: La Novela Picaresca. Sus protagonistas son las gentes del pueblo, y las aventuras, no cabe duda de que se basan en los comportamientos observados por los autores. De este modo se comprende muy bien lo que quería decir la Sra. de Cospedal, a la sazón Presidenta de la Comunidad de Castilla La Mancha cuando dijo aquello de: “La corrupción forma parte del ADN de los españoles”.

Cabe preguntarse: Entonces…, ¿Porqué somos así? Y la única respuesta que puedo darme es: “porque nuestros gobernantes, con sus leyes, con este “Corpus Iuri” súper-híper-mega atrofiado, cuasi esperpéntico, con el que han regido y rigen nuestras relaciones en sociedad, nos obligan a buscar “salidas” que nos permitan “respirar”. Formas de subsistir al margen de lo establecido y ocultar a los ojos del “Montoro” de turno los mínimos beneficios que una tal economía “sumergida” de subsistencia pueda generar.

¡Tan sencillo como eso! Si, ya sé que lo dicho no es “políticamente correcto”, pero…entre nosotros, estoy hasta los cojones (insisto, está en el Diccionario) de tanta “corrección”. ¡Soy humano! Por ello, por serlo, os dejo una breve lista que recoge algunos de los más sonados casos de corrupción de los más de cien que actualmente “inundan” nuestros tribunales y se encuentran en una u otra fase judicial, y así, a modo de …..“ejercicio-ficción” podéis inscribiros vosotros en ella junto con el delito imaginario que “honestamente” mejor os cuadre, y luego, pues eso…..¡a pedir que “se conviertan”!

Un Saludo ;)

Caso BANKIA  (Partido Popular)  Apropiación descarada de millones de euros valiéndose del engaño. (El “tocomocho” en versión actualizada)

Caso BÁRCENAS (Partido Popular) Apropiación “indebida” de algunas “donaciones” por parte de quien no debía.

Caso CAMPEÓN (Partido Socialista ¿Obrero Español?) y que va de ex-ministros  y gasolineras

Caso ERE (Partido Socialista ¿Obrero Español?) Farreo de la pasta destinada a la creación de empleo, pero que se “empleó” en otros menesteres más…¿placenteros?

Caso X_________X (aquí puedes incluirte)

Caso FACTURAS (PP). Caso TROYA (PP). Caso PRETORIA (PSC, UDC). Caso PONIENTE (PS¿OE?). Caso PEAJE (UM). Caso PALAU (CDC), etc., etc., y etc., hasta los 112 casos que salpican a casi todos los partidos políticos.

 

 
 

sábado, 3 de mayo de 2014

La Superioridad Moral de la Izquierda (Orígenes)

                Últimamente, y casi a diario estamos siendo “bombardeados” por lo que comúnmente se denomina “superioridad moral de la izquierda”. Esta supuesta cualidad del socialismo español (que no europeo) tiene por supuesto un origen (como todas las cosas).

            Particularmente a mí, que no comulgo precisamente con las ideas socialistas me resulta particularmente molesto; máxime si me detengo a observar el actual panorama de corrupción y estúpida ñoñería que entre sus filas (también en la “oposición”) se ha asentado. Aún así, siempre intento una cierta objetividad en mis escritos.

            Dicho esto, me remontaré a los orígenes, no del socialismo, pero si del Partido Socialista y su filial “obrera” la UGT en España.

            En 1881 Sagasta (entonces Presidente del Gobierno) devolvió a las clases trabajadoras el Derecho de Asociación. Esto permitió a los socialistas que hasta entonces habían permanecido en la clandestinidad fundar su partido. En principio fue fundado con 900 miembros del sindicato de impresores y tipógrafos (gremio al que me honra haber pertenecido) y aproximadamente un centenar de trabajadores de otros gremios. Pablo Iglesias fue elegido su primer secretario.

            El primer acto de este nuevo partido obrero, fue convocar una huelga de Artes Gráficas en protesta por el incumplimiento por parte de  las imprentas de sus obligaciones para con los trabajadores. La huelga, fue escasamente seguida, pero al ser la primera que se convocaba tras la restauración de la Monarquía tuvo un gran impacto social. Al ser seguida mayoritariamente en Madrid por los tipógrafos, algunos periódicos no pudieron sacar sus ediciones. Toda la prensa, tanto liberal como conservadora arremetió contra los socialistas, y muchos de ellos tuvieron que “emigrar” a otras regiones. El Gobierno intervino y encarceló al comité de huelga. Pablo Iglesias fue sentenciado a tres meses de prisión. Tanto la reacción de la prensa, como la desproporción de la represión dio al socialismo el empujón de prestigio necesario para su afirmación.

En 1886, se fundó el periódico “El Socialista” con un modesto capital inicial de 927 ptas. que habían logrado reunir tras tres años de esfuerzo. El mismo Iglesias publicó en este periódico lo que sería de un modo breve toda una declaración de principios: “Atacaremos a todos los partidos burgueses, en especial a los más avanzados”. Estos “más avanzados”, eran aquellos que más posibilidades tenían de atraer el voto de los trabajadores. Pablo Iglesias se instaló en lo que el mismo calificó de “Santa Intransigencia”.

            Afianzado el partido, la siguiente acción era crear un sindicato que aglutinase a todos los trabajadores, y en 1888 Francisco Mora y García Quejido lograron fundar la UGT con los restos de pequeños sindicatos de corte anarquista pero que no estaban satisfechos con la acción revolucionaria que imperaba entre ellos. UGT, era un sindicato moderado de corriente socialdemócrata y sin tendencia revolucionaria.

            Pero en aquella época, los españoles eran más dados a la radicalidad que al diálogo, de ahí que aunque la idea de un sindicato de clase de “acción moderada”, resultaba atrayente, los trabajadores preferían mayoritariamente la “acción directa” de los sindicatos anarquistas. Además, estos últimos no cobraban cuotas a sus afiliados, y este era otro factor decisivo a la hora de optar por la militancia. Pero hay que tener en cuenta también, que existe una gran diferencia entre Anarquía y Socialismo. El socialismo, necesita al Estado y del Estado y su aspiración es llegar a dirigirlo por la vía política. Es inconcebible una sociedad socialista sin un Estado fuerte y centralizado, mientras que los anarquistas pretenden la eliminación del Estado o en su defecto un Estado lo más reducido posible por confiar en el individuo, por tanto la política carece de interés para ellos.

            Pero el motivo fundamental por el cual las preferencias de la época se inclinaban por la anarquía, era el alto grado de corrupción que invadía todas las esferas de la vida política española. Altos cargos corruptos, malversación de fondos públicos, sobornos, compra de votos, politización de la Justicia, y un largo etc. (hay cosas que nunca cambian). Ante este panorama, pensar que los españoles acudirían masivamente a las urnas era una insensatez, sabiendo además que los resultados serían falseados.

            Cambó, líder de los conservadores catalanes definió ·”El Constitucionalismo Español” como “una inmensa ficción desde Fernando VII hasta nuestros días (1923)”

            Por ello, Pablo Iglesias diseñó un plan de “Preparación Moral” dirigido a la clase trabajadora y en especial a los miembros de su propio partido. Estaban obligados a mantener una estricta disciplina, vivir en la austeridad, y mantener un esmerado cuidado de la moral, la conciencia limpia y las buenas costumbres. Tal era su disciplina que los republicanos los trataban de “frailunos”. “Esto del socialismo es cosa de frailes” decían.

            La UGT fue fundada en Barcelona, pero la mayoría anarquista de esta ciudad motivó que su implantación fracasase y hubieron de trasladarse a Madrid.

            A fuerza de predicar con el ejemplo, el Partido socialista comenzó a ganar adeptos. En Bilbao, tras algunos éxitos de los trabajadores de Altos Hornos en sus huelgas la UGT comenzó a despegar y desde allí se extendió a toda España. Su lucha era contra todos los estamentos desde la Iglesia por su apoyo a los gobiernos de turno, pasando por los caciques, y acabando en el mismo gobierno.

            Lerroux, líder del Partido Radical en Barcelona, había “importado” de Bélgica las “Casas del Pueblo” (lugares de reunión de los trabajadores socialistas belgas). Pablo Iglesias, encontró en ellas la forma de instruir a los trabajadores en los principios del socialismo y adoptó la idea para su partido. Las Casas del Pueblo, disponían de café, biblioteca, que incluía todo tipo de literatura de interés, sala de reuniones, y un servicio de ayudas y asesoría laboral. En una España donde solo en cinco o seis ciudades disponían de una biblioteca pública, lo que el Partido Socialista ofrecía a sus miembros y a los de UGT, suponía un gran avance. En Madrid, la Casa del Pueblo era un palacio ducal comprado expresamente para este fin por el Partido Socialista el cual tenía de sí mismo un gran concepto y se consideraba heredero de las glorias del pasado.

            Bajo la dirección de Pablo Iglesias el partido continuó su labor de regeneración social desdeñando las algaradas, las huelgas generales, y rechazando el espíritu revolucionario de sus rivales anarquistas de quienes decía, solo sabían ladrar y destruir.

            Iglesias, se proponía elevar el nivel del propio respeto de la clase trabajadora. Los miembros de sus sindicatos debían ser hombres serios, no podían beber ni aceptar cohechos, no podían frecuentar prostíbulos, debían dar ejemplo con la austeridad. Pero Pablo Iglesias no solo marcaba el camino a seguir, él mismo se constituía en ejemplo con sus actos, y así, cuando Sagasta le ofreció un puesto de diputado por Valmaseda a cambio de no presentarse a las elecciones en Bilbao, lo rechazó a sabiendas de que de no aceptar tardaría años en conseguir un escaño en Cortes.

            En 1905, Pablo Iglesias y Largo Caballero, obtuvieron un puesto de concejales en el Ayuntamiento de Madrid. Se ha dicho en algún medio que falsearon los resultados, pero lo que en realidad hicieron fue falsear las marcas secretas que tenían las papeletas y que servían para identificar el resultado antes de abrirlas. Así, lo que hicieron fue confundir las marcas de tal manera que fuese necesario abrir las papeletas públicamente evitando así el fraude.

            El Partido Socialista ansiaba el poder tanto o más que cualquier otro partido, paro no a cualquier precio. Sabían que las reformas sociales que necesitaba España solo podían llevarse a cabo desde el Parlamento y el Gobierno. Deseaban ante todo acabar con el clima de corrupción que se había instalado en las instituciones y para ello se erigieron en defensores a ultranza de los valores tradicionales de España poniéndose del lado de los más débiles y necesitados. Desde el conservador Cambó hasta el radical Lerroux, todos querían lo mismo; regenerar la política española.

            La ocasión de abandonar las filas de los pequeños partidos y alcanzar cotas de poder elevadas, se le presentó a Pablo Iglesias de la mano de un hecho aparentemente intranscendente:
            En julio de 1909 algunas tribus bereberes del Norte de África próximas a Melilla, atacaron a los trabajadores de una compañía de ferrocarriles española. Maura, movilizó a los reservistas y ordenó la incorporación a filas de estos en Madrid y Barcelona. Se piensa, que la movilización de Barcelona, fue una forma de “castigar” al reciente y creciente fenómeno del “nacionalismo catalán” más que una necesidad real. Sea como fuere, lo cierto es que esa acción, tuvo su consecuencia directa en la convocatoria de una manifestación en Barcelona el día 18 de julio, en protesta contra los embarques de tropas. Esta manifestación fue convocada por el Partido Radical de Lerroux, y tímidamente apoyada por el Partido Socialista que no compartía los métodos de los radicales.
            Para hacernos una idea del porqué los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la convocatoria de huelga en Barcelona lo hicieron de la forma tan brutal y trágica como sucedieron, citaré un fragmento de un artículo publicado por Alejandro Lerroux en “La Rebeldía” el 1 de septiembre de 1906:

            “Jóvenes bárbaros de hoy; ¡entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura!;¡destruid sus templos, acabad con sus dioses!; ¡alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie!; ¡romped los archivos de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para purificar la infame organización social!; ¡penetrad en sus humildes corazones, y levantad legiones de proletarios de manera que el mundo tiemble ante sus nuevos jueces!; ¡no os detengáis ante los altares ni ante las tumbas…!. ¡Luchad, matad, morir…!”.

            Ante las noticias de un elevado número de bajas en el frente, el Partido Socialista, no sin desgana, se vio empujado a pactar con los radicales la convocatoria de una huelga general. Los acontecimientos que duraron una semana acabando el 2 de agosto de 1909 y que pasaron a la historia con el nombre de “la Semana trágica de Barcelona” se saldaron con setenta iglesias, colegios católicos y conventos quemados y reducidos a escombros. Más de cien muertos entre ellos curas y monjas así como innumerables violaciones de monjas. Más de doscientos heridos. Y posteriormente cinco fusilados por acción de la Justicia.

            El 2 de agosto y en respuesta a la “brutal” represión ejercida por el gobierno de Maura, la UGT extendió la huelga a toda España. Pablo Iglesias publicó un violento manifiesto y la popularidad de los socialistas se disparó. Pactó con republicanos y radicales para el fin de acabar con la guerra de Marruecos y derrocar al gobierno de Maura. En las elecciones que se celebraron unos meses después Iglesias, fue elegido diputado a Cortes por Madrid y los socialistas obtuvieron puestos en más de cuarenta ayuntamientos.

            El Partido socialista, con Pablo Iglesias al frente se había erigido en defensor de los valores y tradiciones de España, había demostrado que aunque rechazaba la violencia estaban dispuestos a no despreciarla y siempre como último recurso con el único objetivo de acabar con la corrupción e instaurar un gobierno decente y honrado. Por ello, la gente que hasta ese momento no había demostrado el más mínimo interés en acudir a las urnas, al ver que realmente había un partido dispuesto a cambiar las cosas, se volcó en ellas provocando la caída del gobierno.

            Hacia 1917, todos los partidos que luchaban por la regeneración habían adquirido suficiente fuerza como para representar una opción seria de poder. La burguesía entró en pánico al creer que todo aquel movimiento podría desembocar en una revolución, y para evitarlo y acabar con sus aspiraciones (si existían), el gobierno de Dato diseñó un plan.

            Los socialistas de la UGT, habían pactado hacía meses con los anarquistas de la CNT una huelga general para mediados de agosto con la advertencia de no abandonarla hasta lograr la caída del régimen marcado por la corrupción y amparado por la Monarquía. Así mismo, los conservadores de Cambó, líder de la “Lliga Regionalista” a los que se sumaron los radicales republicanos de Lerroux exigieron al gobierno la convocatoria de Cortes para tratar de la situación del país, pero Dato, se negó. Ante esta negativa, la mayor parte de los diputados a Cortes por Cataluña se reunieron a comienzos de julio en la Asamblea de Parlamentarios realizada en Barcelona exigiendo la convocatoria de Cortes Constituyentes con el fin de dar al Estado una nueva organización que reconociese la autonomía de las regiones entre   otras medidas de carácter económico y militar. El ambiente que se respiraba era pre-revolucionario. Se cuestionaban las bases del sistema político de la Restauración con el bipartidismo como fórmula, la corrupción del poder judicial que quedaba sometido al ejecutivo y el papel del Rey como fuente de inestabilidad política. La respuesta de Dato, fue declarar ilegal la Asamblea y ocupar militarmente Barcelona, lo que hizo que los ánimos se caldearan aún más. Pero los socialistas, todavía no estaban preparados para convocar una huelga. El acuerdo para la celebración de la misma, se había adoptado en marzo por Julián Besteiro y Largo Caballero por la UGT, y Segui y Pestaña por la CNT publicando la convocatoria:

            “Con el fin de obligar a las clases dominantes a realizar aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos”

            Pero el tiempo  transcurrido desde la publicación de esta convocatoria hasta su realización, obró en contra de los convocantes, ya que fue aprovechado por el gobierno para detener a los firmantes del manifiesto y cerrar las Casas del Pueblo socialistas.

            Pablo Iglesias, quería un éxito rotundo sabedor de que solo dispondrían de una oportunidad para cambiar las cosas, y  que de fallar, todo seguiría igual. Dato por su parte, sabía que si la huelga se convocaba sin la debida preparación el éxito sería suyo, pues el fracaso de la misma, le permitiría erigirse en “salvador de España”. Así, aprovechando un conflicto de los trabajadores de UGT en la empresa “Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España” en el que pedían la readmisión de 36 compañeros, el gobierno, presionó a la empresa para que no cediese. La respuesta de UGT, fue comenzar una huelga del sector ferroviario el 10 de agosto. Daniel Angiano, secretario del sector  de UGT, sabía que de comenzar la huelga sectorial antes que la general, todo podría fracasar. Pero tampoco podía abandonar a sus compañeros y Pablo Iglesias, se vio forzado a convocar la huelga general por este motivo días antes de lo previsto. Cayó en la trampa de Dato y la huelga fue aplastada por el ejército con gran derramamiento de sangre. La caballería cargó en Cuatro Caminos (Madrid), contra los huelguistas, y la infantería abrió fuego sobre ellos.

            Toda esperanza de regeneración parlamentaria se esfumó. Largo Caballero, Besteiro, Angiano y Saborit fueron encarcelados. Pero en las elecciones celebradas a continuación como consecuencia de estos acontecimientos, salieron elegidos diputados y hubieron de ser excarcelados. También resultaron elegidos Pablo Iglesias y Prieto. Pablo Iglesias, ocupó la presidencia del Partido y de la UGT hasta su muerte en 1925, pero desde 1917 su estado de salud le tuvo apartado de la escena política.

            Largo Caballero ocupó el puesto de Iglesias en UGT y Julián Besteiro la vicepresidencia del Partido Socialista. Indalecio Prieto por su parte, ocupó puestos de relevancia dentro del Partido debido a su inteligencia y capacidad oratoria aunque mantuvo un constante enfrentamiento prolongado durante más de veinte años con Largo Caballero por la “particular” forma de hacer política de este último. Al fin y al cabo, era Largo Caballero un hombre sin estudios ni “maneras” y cuya profesión (estucador), distaba mucho de la política. Así mismo, tampoco le importaban demasiado los métodos para obtener los fines, y aunque honrado, carecía del carisma y dignidad que envolvían a Pablo Iglesias.

            Cuando en 1923 Primo de Rivera se hizo con el poder tras un golpe de estado e instauró “La Dictadura”, quiso contar con el apoyo de los trabajadores a fin de darle una mayor estabilidad a su gobierno, para ello ofreció a los socialistas la oportunidad de unirse al ejecutivo. Prieto, se negó en redondo dadas sus convicciones liberales, pero Largo Caballero, ambicioso y ansiando el  poder más que cualquier otra cosa aceptó, y pasó a formar parte del gobierno como Consejero de Estado en representación de la UGT. Era la primera vez, que un sindicato de clase formaba parte de un gobierno en España.

            Salvador de Madariaga, intelectual liberal español, destacaba en 1930 el carácter austero de la política socialista, su sentido de la autoridad, el instinto de gobierno desde arriba y el peso de dignidad que conferían a las instituciones. Una actitud frente a la vida en definitiva hondamente influenciada por las tradiciones de la España católica y las virtudes castellanas.

            Hemos visto, como a lo largo de cincuenta años, el Partido Socialista trabajó incansablemente por regenerar la vida política y social en España. Dio ejemplo y obtuvo su recompensa. Pero “la carne es débil” y como ley natural, todo tiende a corromperse. El Partido Socialista, no fue una excepción a esta regla y con la II República comenzó su declive. Los socialistas de hoy, se basan en los hechos narrados hasta aquí, para imbuirse de una cierta superioridad moral que de no haber ocurrido los sucesos que siguen, bien podrían servirles de “colchón”, pero estos  sucesos, sumados a la actual actitud del Partido Socialista inundado más que salpicado por todo tipo de corruptelas, prácticas inmorales, alejamiento de las tradiciones y valores de los españoles son suficientes no solo para anular cualquier éxito precedente (muy lejano), sino para arrojarlo de lleno a las mismas cloacas donde se revuelcan el resto de partidos que componen nuestro arco parlamentario. A día de hoy, no queda el más mínimo rastro de aquél socialismo romántico que fundara Pablo Iglesias. Unido como única fórmula de salvación a todo tipo de reivindicaciones formuladas por sectores minoritarios de la sociedad  y cediendo a las presiones de grupos gays, abortistas, y “comecuras” e intentando hacer pasar estas posturas como “progreso”. El Partido Socialista se ha “merendado” los cimientos sobre los que fue constituido. La pérdida de valores, la inmoralidad, y la ostentación, han reemplazado a la honorabilidad, la austeridad, y la moralidad. No me cabe duda de que si existe la más remota posibilidad, Pablo Iglesias estará revolviéndose en su tumba ante el lamentable espectáculo que el partido que él fundó está dando a España, a Europa y al mundo. El “Socialismo” español hoy es la antítesis de lo que fue y es el auténtico socialismo.

            Al llegar la II República, Azaña formó un gobierno compuesto de republicanos de izquierdas y socialistas. Se elaboró una nueva Constitución y el país se mantuvo en una “calma tensa” en espera de acontecimientos, y salpicada por algunos incidentes mayoritariamente provocados por los anarquistas. Pero mientras los socialistas se mostraban complacidos en sus tareas de “directores” de esa “nueva España”, un incidente apenas sin importancia vino a poner al descubierto la verdadera cara de esos nuevos socialistas y que ya cada vez menos se parecía a sus orígenes. Para su fundador la necesidad era transformar a la sociedad respetando al máximo los derechos de los trabajadores. Para estos nuevos socialistas la prioridad era mantenerse en el poder costase lo que costase.

            El 8 de enero se produjo en Barcelona una revuelta provocada por miembros de la FAI  (Federación Anarquista Internacional) los eternos rivales del socialismo. Paralelamente, en Andalucía se convocó una huelga general (que no llegó a realizarse) con el objeto de apoyar a sus compañeros de Barcelona; pero un viejo anarquista andaluz apodado “seisdedos” natural de Casas Viejas, tuvo noticias de que se había convocado la huelga y creyó llegado el momento de “liberar” al pueblo del yugo del cacique. Este, no era otro que el duque de Medina Sidonia uno de los mayores terratenientes de España. Seisdedos, reunió a sus familiares y amigos, y tras convencerlos, se armaron como pudieron y se dirigieron al cuartel de la Guardia Civil para pedirles que depusieran las armas y se les uniesen ya que en adelante todos los hombres por fin, serían libres y felices y disfrutarían en común de las tierras de los ricos tal y como decían las prédicas anarquistas. La Guardia Civil ignoró esta petición, y tras algunos disparos por ambas partes, los vecinos cercaron el cuartel. El Gobierno, que estaba preparado a la espera de un alzamiento anarquista en Barcelona y Andalucía, no tardó en reaccionar. Envió tropas y guardias civiles a toda la provincia e instaron a la población de Casas Viejas que se habían refugiado en sus hogares a deponer las armas. Los campesinos se negaron a rendirse y comenzó una refriega en la que las casas del pueblo fueron incendiadas por las tropas. Murieron veinticinco personas incluido Seisdedos.

            La pregunta inmediata que surgió en el pueblo era obvia: ¿No se había instaurado la República para acabar con este tipo de acciones?. El Gobierno, se vio obligado a ceder a la presión popular y se creó una Comisión de Investigación. Sus conclusiones fueron demoledoras. Primera, Las órdenes dadas por el Ministro de la Gobernación Casares Quiroga y por Azaña mismo fueron innecesariamente severas. Segunda, que el Director General de Seguridad Menéndez interpretó la orden aplicando la “Ley de Fugas” (disparar a matar). Y tercera, que el Capitán Rojas de la Guardia de Asalto actuó de un modo criminal e inhumano al fusilar a una docena de prisioneros sin ninguna razón para ello. En realidad, si que había una razón (oculta): acabar con la rivalidad de los anarquistas que impedían el crecimiento de la UGT.


            Este acontecimiento, marcó el declive de los socialistas en España por la responsabilidad que les tocaba como parte integrante del Gobierno. A partir de aquí, sus métodos hubieron de cambiar y hacerse cada vez más “turbios”. Nunca recuperaron los valores que Pablo Iglesias insufló en sus inicios.  

miércoles, 9 de abril de 2014

El Federalismo Español. -Orígenes-

                “La convicción de que tanto el gobernador como el magistrado son enemigos natos del pobre y del débil; que en cuerpo y alma se entregan al primero que se toma la molestia de sobornarlos, y que sus actos no responden a otro motivo que su personal interés. La idea de que los cargos se deben únicamente al favor y al dinero, y son buscados únicamente para enriquecerse, estaba firmemente anclada en el ánimo de D. Miguel de Cervantes y de la gran mayoría de los españoles de su época”
                                                                                             Morel-Fatio “La España de D. Quijote”

            “Un juez que haga justicia, un funcionario desinteresado existen solo como pura excepción. La regla, lo normal, es la venalidad, la corrupción, y la incapacidad, por cuanto lo que para ello se requiere, no es mérito, ya que aquí todo es obtenido sin él”
                                                                                                                               Etudes sur L’Espagne Vol. I 1890


                “Resulta tradicional en nuestro país, que las autoridades públicas, no intenten hacer cumplir la ley, asegurar la justicia, ampliar la cultura, incrementar la prosperidad o dirigir la historia del pueblo hacia los destinos que sus peculiares genio y vocación le señalan. Todo el que hable simplemente de lo que ha visto, podrá decir que los esfuerzos realizados por algunos gobiernos para emplear en este sentido sus funciones han sido efímeros, accidentales, y rápidamente sofocados. La diversidad de programas, himnos, formas de organización y métodos para obtener el poder (…) han continuado la ininterrumpida y sistemática propensión a reemplazar el Derecho por la arbitrariedad, o la justicia y el buen ejemplo, por la sórdida dominación de la mano que ha sido capaz de imponerse”

                                                               Prólogo de A. Maura a “Oligarquía y Caciquismo” de Joaquín Costa  



            Lo tres párrafos anteriores constituyen una pequeña muestra de los cientos de comentarios que diversos autores y personajes políticos han vertido acerca de la política española en los tres últimos siglos XVIII, XIX y XX respectivamente. Tras leerlos, nos damos cuenta de que en realidad, estamos viviendo un “continuus”. Una historia, que por no haberse cerrado el capítulo, no puede repetirse. Simplemente pues nos toca seguir viviéndola. Es triste.

            Al cuadro antes expuesto, se ha de añadir un elemento más: La educación. Éste es a mi juicio el factor determinante que hace que una sociedad avance, o como en el caso de la nuestra, simplemente deambule.

            El bajo nivel de enseñanza, se remonta allá por el siglo XVIII. Éste afectaba incluso a la Iglesia, que era la institución que durante siglos ha monopolizado la enseñanza en España. Se dice, que el cardenal Borja, cuando alguien le preguntaba en latín, respondía que él no había estudiado francés. En 1773, la reputada universidad de Salamanca ignoraba a Descartes y Newton. En sus clases de teología, se debatía acerca del “lenguaje de los Ángeles” o sobre si el Cielo estaba hecho de “metal de campanas”, o bien era una mezcla de “agua y vino” (cita: Ballesteros, T VI, pág. 288)

            Hacia 1740, Felipe V propuso crear en esta Universidad una cátedra de Matemáticas. Uno de sus profesores, el jesuita padre Rivera, se opuso alegando que la ciencia era completamente inútil, y que sus libros debían ser mirados como “obra del demonio” (cita: Altamira, T IV, pág. 257)

            Olavide, comisario real de Carlos III, fue condenado por la Inquisición a cumplir penitencia por defender públicamente el sistema de Copérnico.

            En 1806 se elaboró un proyecto de creación de escuelas públicas en toda España, a semejanza de las propuestas por el hoy considerado “padre de la pedagogía” Pestalozzi. Pero esta reforma, impulsada por un pequeño grupo de “ilustrados” pertenecientes al Gobierno, fue rechazada por la Iglesia y el pueblo, y nunca llegó a imponerse.

            La Iglesia, era la encargada de instruir al pueblo, pero nada más lejos de su intención que enseñar a leer o escribir. En sus escuelas, la enseñanza se reducía a enseñar el Catecismo. El cura o párroco, leía un párrafo, y los niños simplemente lo repetían una y otra vez hasta que era memorizado. La actitud de los gobernantes a esta cuestión se resume en una frase pronunciada por Bravo Murillo, ministro de Isabel II: “¿Ustedes desean que yo autorice una escuela a la cual asistan los hijos de 600 trabajadores? ¡No en mis días! Aquí, no necesitamos hombres que piensen; lo que necesitamos es bueyes que trabajen”

            En 1854, se aprobó una ley por la cual todas las escuelas primarias quedaban sometidas a la Iglesia y la enseñanza se hacía obligatoria.

              Todo el panorama descrito anteriormente, da paso con natural continuidad al siglo XX.

            La pobreza, la miseria, unidas a la ignorancia, dan como resultado una sociedad fragmentada en dos grandes bloques. De un lado, una capa social minoritaria que controla el poder y la riqueza, y que apenas representa el 20% de la población. Del otro, una gran mayoría de campesinos, jornaleros, artesanos y demás que se debate entre la pobreza y la miseria.

            Entre 1890 y 1910, la esperanza de vida de los españoles se cifraba entre los 30 y los 35 años, y descendía hasta los 24 entre los más desfavorecidos. La tuberculosis, era el “cáncer” de comienzos de siglo. Las casas y las calles en que vivían estos tuberculosos, representaban en Madrid en 1910 el 79% del total y la ciudad era conocida como “la ciudad de la muerte”.

            El Dr. Gimeno, expuso en el Senado la situación de la Inclusa Madrileña en 1900 así: “Desde 1884, se observa el fenómeno de una espantosa mortalidad falleciendo de cada 1.000 niños que ingresan en ella 850 antes de cumplir los 5 años”

            Las jornadas de trabajo para aquellos que tenían la suerte de tenerlo, eran agotadoras, superando las 70 h. semanales y con salarios de apenas 1 o 2 pesetas al día, lo que escasamente daba para subsistir. Pero en el campo, la situación era aún peor; jornadas de 10, 12 o incluso 16 horas diarias en tiempo de siega (de sol a sol), periodos de inactividad de 4 a 6 meses según las zonas y 2 pesetas de media de jornal diarias durante los meses de trabajo.

             Las condiciones de vida en general para las clases bajas, eran de una dureza sin igual en el resto de Europa. Este fue el caldo de cultivo, en el que se desarrolló un odio visceral de los jornaleros y trabajadores hacia los patronos y señores.

            Cualquier idea revolucionaria, por descabellada que esta fuera, estaba destinada a germinar. Pero así mismo, toda manifestación de disconformidad, todo intento de huelga, era rápidamente sofocado por el gobierno de turno, y con la máxima violencia posible. Cuando la fuerza no daba el resultado apetecido, se recurría al soborno. En las últimas elecciones celebradas por la República en 1936, miles de labriegos aceptaron dinero o promesas de trabajo por parte de los caciques a cambio de votar a sus candidatos. Esta era la práctica habitual para “ganar” unas elecciones.

             Toda esta situación, no representaba sin embargo una novedad en el panorama español. En 1780 decía Campomanes:  “En Andalucía, los habitantes son en su inmensa mayoría simples labriegos que solamente tienen temporal y precaria ocupación y viven el resto del año sumidos en la miseria y la inacción por falta de trabajo remunerado. Sus mujeres e hijos, no encuentran trabajo tampoco, y todos ellos se amontonan en las ciudades y pueblos grandes y viven de la caridad pública en un estado miserable de hambre; lo cual no se debe desde luego a la infertilidad el suelo, ni está motivado por su pereza”

                                                                                         Cartas Político Económicas a Carlos III

            Dadas las condiciones sociales, la historia del siglo XIX español es especialmente convulsa. Dos guerras civiles (Guerras Carlistas), un sinfín de “pronunciamientos militares”, la Primera República, la Restauración, etc. Además, y como prueba del descontento popular sucesivas sublevaciones de trabajadores en 1840, 1855, 1857, 1861, y 1865.

            En 1857, dirigidos por un grupo de estudiantes en Sevilla que se autodenominaban “Socialistas” se sublevaron los jornaleros y trabajadores de todos los gremios. Su aventura acabó en un baño de sangre mandado por Narváez. Más tarde, en 1861 unos 10.000 labriegos se sublevaron en Granada. Esta vez, fue O’Donnel el autor de la masacre. Los supervivientes de estas matanzas, fueron los que recibieron las ideas anarquistas de Bakunin como “agua de Mayo”. El anarquismo, comenzaba a ganar adeptos en España. Surgieron grupos en Sevilla, Cádiz, Granada y Barcelona.

            A todo esto en Basilea, se celebraba el Congreso de la I Internacional y aquí aparecieron por primera vez disensiones entre los partidarios de Marx y los de Bakunin. Marx, quería conquistar el poder para el proletariado. Bakunin por su parte, deseaba eliminar todo rastro de poder. Reducir el Estado a “su mínima expresión” hasta que llegase a desaparecer.

             Esta lucha, también tuvo su eco en España. Los partidarios de Marx, eran conocidos como “autoritarios”. Muy pocos en número, pero contando en sus filas con algunos de los mejores hombres de la Internacional. Editaban en Madrid un periódico; “La Emancipación” y tenían algunos pocos seguidores en Sevilla y Granada.

            Los seguidores de Bakunin, más numerosos se autocalificaban de “colectivistas”, por esta razón los seguidores de Marx pasaron a denominarse “comunistas”.

            En Diciembre de 1871, llega a Madrid Paul Lafarge (yerno de Marx). Venía huyendo de los restos de “La Comuna de París” y hablaba perfecto castellano, pues había sido educado en Cuba. Se convirtió en representante del Consejo General de la Internacional en España.

            Al poco tiempo de llegar, atacó directamente a la Alianza de la Democracia Social (sociedad secreta anarquista), hasta que logró su disolución. (la pugna entre anarquistas y comunistas duraría incluso hasta la Guerra Civil en 1936).Publicó los nombres de los miembros de la sociedad en La Emancipación, que obviamente cayeron en manos de la policía. La reacción de los anarquistas fue expulsar a los autoritarios (comunistas) de sus filas. En 1872 Marx, disolvió la Internacional y se trasladó a Nueva York después de expulsar de ella a los “bakuninistas”. Así, en lugar de la Internacional Marxista, nació la Internacional Bakuninista con sede en Suiza.

            Los delegados españoles González Morago y Farga Pellicer celebraron un congreso en el teatro Moratín de Córdoba el 26 de Diciembre de 1872. 54 delegados en representación de 516 sindicatos, 236 federaciones locales, y 20.000 miembros aprobaron por unanimidad las conclusiones de Saint - Imier (Suiza). Nació así la primera organización puramente anarquista en suelo español. Todas las secciones tanto locales como sindicales que formaban la federación fueron declaradas libres e independientes y con el único nexo de unión de las relaciones personales de sus dirigentes.

            Los anarquistas, y su sindicato la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), jamás cobraban cuotas o pagaban sueldos. Su forma de captar afiliados, era ser uno más. Pagaban los viajes de su propio bolsillo cuando podían hacerlo, y cuando no, viajaban a pie. De este modo, llegó a tener en 1936 más de un millón de afiliados.
            Al margen de las ideas políticas o religiosas de las que sus miembros en principio no debían abjurar, prevalecía la idea de conseguir una mayor protección para los más desfavorecidos frente a los patronos. Aprovechando los éxitos de sus huelgas, los dirigentes, poco a poco iban desplegando su “credo”; los fines humanitarios, el odio a la Iglesia, sus “altos” ideales, y las afiliaciones se disparaban.

            Tras abdicar Amadeo de Saboya, se proclamó la República el 1 de Junio de 1873. Francisco Pí y Margall dirigente del Partido Federal fue elegido Presidente. Catalán, de familia humilde, banquero de profesión y político de vocación. Admirador de Prohudon (Anarquista francés), y autor de “la reacción y la revolución” publicado tras el derrocamiento de Isabel II, y que versa sobre la iniquidad en el poder la cual, molestaba sobremanera a Pí:

            “Todo hombre que tiene poder sobre otro es un tirano”. Y sobre el orden dice: “El orden supone acuerdo, armonía, convergencia de todos los individuos y elementos sociales. El orden, rehúsa todos los sacrificios y humillaciones. ¿Puede llamarse orden a esa paz engañosa que obtienes tajando con tu espada todo aquello que eres demasiado estúpido para organizar con tu limitada inteligencia?...El verdadero orden, no ha existido nunca ni existirá jamás, mientras tengas que hacer tales esfuerzos por obtenerlo (…)

            Esta condena de la clase dirigente española, también fue realizada años más tarde por Ortega y Gasset.

            Pí y Margall, se negó siempre a usar la violencia. Creía que si conseguía formar gobierno podría realizar sus deseos por medio de reformas graduales:

            “Puesto que no puedo evitar el sistema de votos, recurriré al sufragio. Puesto que no puedo evitar el contar con magistrados, haré que puedan ser cambiados. Dividiré y subdividiré el poder, lo haré cambiable y conseguiré destruirlo”.

            Las ideas de este primer presidente de la Primera República Española eran anarquismo en su más pura esencia. La única diferencia con Bakunin era que éste, abogaba por la revolución y no descartaba la violencia. Pí por el contrario, predicaba un reformismo progresivo.

            El programa federal que deseaba aplicar era federalista. España, habría de ser dividida en once cantones autónomos. Estos se dividirían en municipios libres e independientes entre si, quedando tan solo unidos por pactos voluntarios. Unas Cortes Centrales elegidas por sufragio universal con el objetivo de elaborar una constitución, y que una vez realizada esta tarea perderían gran parte de su autoridad. Se eliminaría el servicio militar. La Iglesia se separaría del Estado. La educación, gratuita y obligatoria. Jornada laboral de ocho horas. Regulación por ley del trabajo de mujeres y niños. Expropiación de tierras no cultivadas, y establecimiento de comunas de campesinos.
            El programa, nunca llegó a aplicarse. Apenas dos meses después de tomar posesión de su cargo, estalló la guerra civil.

            Pí y Margall escribió:

            “El federalismo, es un sistema por el cual los grupos humanos, sin perder su autonomía peculiar y particular se asocian y subordinan en conjunción con otros grupos similares para la consecución de objetivos comunes….Constituye por consiguiente la forma más adecuada al carácter de nuestra nación, formada por provincias que en otros tiempos fueron reinos independientes, y que incluso hoy en día se encuentran profundamente divididas por sus diferentes leyes y costumbres. De aquí, que en todas las grandes crisis que la nación ha atravesado desde el comienzo del presente siglo, la primera cosa que le ha ocurrido ha sido que las provincias han buscado su seguridad y sus fuerzas dentro de si mismas, sin perder de vista la unidad esencial de todo el país”.
                                                                                                     “Las Nacionalidades” – 1882

                Cuando el Presidente Pí declaró sus intenciones en el Parlamento, las provincias decidieron no esperar a la aprobación del programa, y una tras otra se declararon independientes. Inspiradas en “La Comuna de París” y en la creencia de que al igual que allí, la Guardia Nacional (El Ejército) se les uniría. Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Cartagena, Granada… y otras pequeñas localidades fueron así “estados soberanos” dentro de la República Federal Española.

                Como siempre, (ya forma parte del folklore), la Iglesia fue el “chivo expiatorio”. Las iglesias permanecieron cerradas. Curas y monjas no podían salir a las calles vestidos con sus hábitos. En Sevilla, la Catedral fue reconvertida en Café-Bar. Se cargaron impuestos sobre los ricos. Se expropiaron tierras. En algunos pueblos se declaró la independencia total, y se repartieron fincas privadas y tierras comunales. 

                Sin embargo, la creencia de que el ejército les apoyaría se desvaneció pronto y ante la inminencia de intervención, el movimiento secesionista cesó como había comenzado; apenas sin incidentes.

                El general Pavía tomó Sevilla en Julio de 1873 casi sin resistencia. Las milicias republicanas se retiraron a Cartagena donde se resistieron durante cuatro meses más. Cuando el sitio de Cartagena, último bastión de los federalistas cayó en Enero de 1874 las Cortes ya habían sido disueltas y la   República  había dejado de existir.

                El papel que jugaron en estos acontecimientos los anarquistas fue mínimo como organización. Es cierto, que existían similitudes importantes entre las aspiraciones de anarquistas y federalistas (republicanos). Pero los partidarios del federalismo, pertenecían o apoyaban al Gobierno de la República y los anarquistas habían decidido ya en el Congresos de Saint – Imier que no apoyarían como organización a ningún partido político. Además, en las asambleas celebradas en Barcelona y Alcoy, decidieron que los “internacionalistas” no tomarían parte como tal organización  en ninguna acción política, aunque sus miembros a título individual, podrían actuar como mejor les pareciese. Aún así, se han de destacar los sucesos de Alcoy, en los que los anarquistas si tomaron parte ya que sus motivaciones no eran políticas, sino sociales.

                En 1873, en Alcoy la industria papelera, cuya tradición arranca allá por el siglo XI, ocupaba a unos 8.000 trabajadores. Estos, se habían convertido al anarquismo por obra de un maestro de escuela apellidado Albarracín. Decidieron que había llegado el momento de ofrecer al mundo el espectáculo de una huelga general, y reivindicaron en ella aparte de mejoras salariales, la jornada de ocho horas. Los obreros, comenzaron a negociar con los patronos, y cuando casi estaban a punto de conseguir sus objetivos, el alcalde, que previamente había dicho que no intervendría, decidió hacerlo poniéndose del lado de los patronos, y dificultando las negociaciones. Grupos de trabajadores, comenzaron a concentrarse delante del Ayuntamiento, y a exigir la dimisión del Alcalde. Un policía, asustado al ver la multitud vociferante, abrió fuego. Se desató el infierno. Comenzó una lucha que duró 24 horas y que acabó con un saldo de más de 20 muertos entre ambos bandos, entre ellos el Alcalde que fue decapitado, y su cabeza paseada por las calles ofreciendo un dantesco espectáculo.

                La prensa republicana de la época vertió sus mejores tintas para cubrir la noticia. Por primera vez en España, un grupo que no pertenecía a ninguno de los estamentos tradicionalmente revolucionarios (Ejército, Iglesia, burguesía), se había manifestado como revolucionario. Hablaban de personas arrojadas desde los balcones, violaciones, crucifixión de curas, hombres quemados con petróleo, etc. Esta nueva organización “La Internacional”, comenzó a ser realmente temida, y aunque ninguna de las atrocidades que se contaron eran ciertas excepto la del Alcalde, el general Serrano suprimió la organización en Enero de 1874 y sus miembros pasaron a la clandestinidad.

                A pesar de que su participación en el movimiento federalista fue mínima, gracias a una hábil campaña de propaganda llevada a cabo en Europa por el mismo Bakunin, se atribuyó a La Primera Internacional el dudoso éxito del movimiento federalista en España.

                Tras su disolución, el movimiento anarquista sobrevivió en la clandestinidad tanto en Andalucía como en Cataluña, pese a haber sido ilegalizados sus sindicatos.
               


miércoles, 12 de febrero de 2014

El Primer Paso Para Cambiar el Sistema

De mi “post” anterior (creo que se llama así): “Separación de Poderes”, puede extraerse como conclusión final un “no hay salida”, como si la sociedad estuviese condenada a la constante inferencia del poder político en el poder judicial. Realmente tal condena existe, pero existe también la posibilidad de si no librarse de ella, si al menos de que esta influencia sea menos nociva para el sistema.

La solución pasa como ya cité, en que el primer cambio se opere no ya en el sistema, sino en el propio individuo. De nada sirve una República, una Monarquía, incluso una democracia asamblearia, si nosotros seguimos detentando la cualidad de “corruptible”.

La sociedad, según la “Teoría del Contrato”, nace como consecuencia de un pacto entre individuos mediante el cual cada miembro del grupo, cede su libertad a cambio de obtener una mayor seguridad y estabilidad para desarrollar su trabajo.

La sociedad es pues la suma de las voluntades singulares, que da como resultado un “ente” con voluntad propia. Por tanto, cuanto mayor sea el “vicio” de esas singularidades, tanto mayor será el vicio de la sociedad.
A esta reflexión ya llegó Hobbes,  quien siendo gran conocedor de la condición humana, dejó entrever, que la sociedad participa de la miseria de las partes que la conforman, y que tan solo un poder superior sería capaz de controlarlas. Pero ese poder superior debía encontrarse por la vía del “Contrato Social” por lo que, y proviniendo de naturalezas corrompidas, tampoco está exento de la cualidad de “corruptible”.

Hobbes, imaginó un estado de naturaleza previo a la formación de la sociedad, en el que el hombre, se guiaba por su instinto de supervivencia y ponía a su servicio los medios necesarios a su alcance, para lograr sus fines. Sin embargo, ese estado de naturaleza, no es que sea previo, es que acompaña al hombre. Es, la naturaleza misma del hombre, independientemente de que este se halle dentro o fuera de la sociedad. Y la naturaleza humana, es ante todo egoísta. Pero un egoísmo impuesto por la condición biológica  que dentro de la sociedad civil, si no queda sometido a la razón, si al menos puede ser controlado por el Derecho.

La unión de los hombres en una sociedad civil siempre será “artificial” porque responde a intereses egoístas, y el simple consentimiento no basta, porque solo es válido mientras exista un fin común. Una vez cumplidos los objetivos, cada cual vuelve a seguir su deseo de poder. Esto deja claro, que la obligación que lleva al consentimiento es débil, y que para mantenerla, es necesaria la intervención de un poder coercitivo.

La cuestión entonces es saber, si esa naturaleza egoísta desaparece, o al menos queda neutralizada en la sociedad civil. Lo que queda claro, porque la experiencia así lo demuestra, es que el “gen” del egoísmo prevalece, y seguirá perturbando la convivencia mientras no se de a nivel individual una reforma de la moral.

Cada ser humano, se erige en “juez” de lo suyo y de sus derechos, y así lo manifiesta sin mostrar a los demás sus intenciones. Éste, es el “estado de guerra” hobbesiano, en el cada cual debe estar armado contra los otros. Esta es la demostración que hace Kant en oposición a Hobbes, para quien ese “estado de guerra” tiende a desaparecer en la sociedad civil. El individuo, queda sujeto a las leyes.

Para Kant, no es suficiente ese estado de naturaleza “jurídico”, y ve necesario introducir un estado de naturaleza “ético”. Así, siguiendo a Kant, para lograr la paz dentro de la sociedad deberán coexistir las leyes que regulan la convivencia externa, y la ética como reguladora del instinto. La ética para el “ser”, y el Derecho para el “deber ser.

Para los grandes teóricos del Estado Hobbes, Feuerbach, Holbach, Marx -que se basaron en aspectos materialistas para sus concepciones-  Kant, Fighte, Hegel -que asumen el aspecto idealista del ser humano-, Locke con una visión empírica, y Rouseau que ofrece una visión romántica idealizada (y a mi juicio mal interpretada), no les resultó tan difícil como pueda suponerse elaborar sus teorías. Era una época en la que a pesar de existir una incipiente lucha por “sacudir” del hombre los efectos de la religión sobre la concepción moral, lo cierto es que esa moral de origen religioso sin paliativos, marcaba la existencia diaria del hombre. Desde el noble, al mendigo, la moral cristiana establecía claramente donde estaba el Bien, y donde residía el Mal. Así, la premisa cristiana “No hagas a los demás, lo que no desees para ti”, pasó a ser en Kant su imperativo categórico: “Obra de tal manera….”

El problema surge hoy. Es necesario retornar a una concepción del “Bien” absoluto descartando posiciones subjetivistas, viendo a donde hemos llegado. Pero, ¿cómo saber cuál es el bien, y dónde se halla tal cualidad, instalados como estamos en una sociedad regida por el “Relativismo”?.

Si el Relativismo, rechaza todo “absoluto” y establece que hay tantas verdades como visiones, es claro que el primer paso para retornar a la idea del “bien” ya está dado por la propia tesis relativista, a saber: Si el  Relativismo rechaza toda verdad universal, el propio relativismo deja de ser verdad, y por tanto, absurdo.

Ahora la cuestión queda reducida a establecer ¿Qué es el “Bien”?

Hoy, salvo en círculos cristianos, la tendencia es a rechazar la moral “constitutiva” del hombre. Si esto es así, el individuo, queda relegado a una mera masa biológica tan solo distinguible de cualquier otro animal por su “superior” intelecto, en el cual la moral, no es sino un añadido, un “ornamento”.

No quiero cansar al lector con elucubraciones filosóficas o metafísicas acerca de la moral, la ética, el bien o el mal. Pretendo tan solo aportar en este blog, soluciones sencillas a problemas complejos. Algo, que a juicio de los expertos es imposible. Así pues, diré, que tan solo pretendo dejar la puerta entreabierta, para que sea el lector quien penetre e inicie “su” búsqueda.

Por encima de otro tipo de consideraciones, convendremos en que todos entendemos la vida y la libertad como valores superiores, integrantes de la constitución moral humana y que ambos son necesarios para la prosecución de lo que Aristóteles calificó como “El Bien Supremo”, aquello hacia lo que todas las cosas tienden: La felicidad.

Basta una simple deducción lógica, para comprender que obtener la felicidad propia a costa de impedir directa o indirectamente la de un semejante, rompe el principio de “universalidad” del bien, por tanto, estaremos ante una mera satisfacción, pero no ante la felicidad.

Siguiendo a Hobbes, el hombre tiene una tendencia natural al mal, determinada por el egoísmo biológico. Siguiendo a Kant, descubrimos que la tendencia natural del hombre es el bien. Ambos tienen razón, el bien y el mal conviven en nosotros como una forma “neutra”. No hay una natural predisposición hacia uno u otro concepto. La inclinación hacia cualquiera de ellos, es fruto de la educación, entendiendo educación como aquello que contribuye a la formación del hombre a nivel intelectual, desde la adquisición de conocimientos, a la propia experiencia. Pero es el hombre quien decide hacia dónde ir. Es en el interior de todos y cada uno de nosotros, donde debe desarrollarse esa eterna lucha entre el bien y el mal. Que triunfe el primero, dependerá de las “herramientas” de que se disponga, y del uso que de ellas se haga.

Si pretendemos clavar un clavo, sin usar un martillo, seguramente lo lograremos, pero primero, tardaremos más, y segundo, entrará doblado.

Si pretendemos –como sociedad- , que el individuo tienda al bien, no podemos, no debemos ocultar el uso de la herramienta primordial en la cultura de Occidente: La religión. El Cristianismo, es el “martillo” que todo hombre necesita para realizar bien su tarea. Ocultar a nuestros hijos, y aún a nosotros mismos el Cristianismo y lo que para nuestra cultura representa, es privarnos de la herramienta necesaria para el cambio que en la sociedad debe operarse. Conocerlo, transmitirlo, no implica la rendición al culto, ni la necesidad de conversión. Pero implica indudablemente, una apuesta por la esperanza, una salida, que ahora está muy lejana.


Así pues, la conclusión es clara. O continuamos por la senda del “darwinismo” como meros borregos hasta despeñarnos por el precipicio del absurdo, o facilitamos por encima de prejuicios todas las herramientas a nuestros hijos, para que ellos decidan su camino partiendo del pleno conocimiento.