sábado, 22 de junio de 2013

Estado del Bienestar V Socialismo

“El hombre, nace libre, pero en todas partes está encadenado”
J.J. Rouseau


Desde el momento en que nace, el hombre “depende de”, luego no es libre. Nuestra libertad siempre es relativa. Está supeditada a alguien o a algo.

Por el hecho de vivir en una  sociedad dependemos de los demás, y ellos a la vez, dependen de nosotros.

Vivimos, y desarrollamos nuestra actividad, en una sociedad “libre”, en la que rigen las reglas de la economía. Las leyes del “Mercado Libre”.

Pero ¿Qué es el “Libre Mercado”?
Es el que está basado en la libertad que poseen de un lado los productores, para producir bienes y servicios con los precios que consideren adecuados; y por otro lado los consumidores para elegir libremente aquellos productos o servicios que deseen o consideren oportunos para satisfacer sus necesidades.

Esta libertad de producción – adquisición, genera en la sociedad además de un flujo económico, un amplio abanico de relaciones sociales. Así, todo en la sociedad de libre mercado, conocida como “Sociedad Capitalista” o “Capitalismo” gira en torno a la economía. Cuanto mayor sea la libertad económica, mayor será la libertad de los miembros de esta sociedad.

En un sistema capitalista, cada individuo, es libre de elegir la forma en que se integra en él. Puede optar. Pero siempre sabiendo, que todo aquello que desee obtener, será a base de esfuerzo y sacrificio. “Si quieres algo, ¡Gánatelo!” (Solía decirme mi madre).

Es ésta, una sociedad regida por un estado mínimamente intervencionista. Buen ejemplo de ella, pueden ser los EE.UU. de América (Hasta la destrucción  de las “Torres Gemelas”).

Tras la II Guerra Mundial, y como consecuencia de la devastación y pobreza generadas por la misma, además de las ansias expansionistas del comunismo en Europa, surge la necesidad de introducir cambios en los modelos de estado vigentes, a fin de proteger a los individuos de determinadas contingencias (paro, enfermedad, etc.) y garantizarles un nivel de vida digno. Es entonces, cuando surge lo que conocemos como “Estado del Bienestar”, compatible con el capitalismo. Sin embargo, esta “compatibilidad”, no deja de ser una concesión al socialismo, puesto que implica un recorte en la libertad individual. En cualquier caso, entre un capitalismo de sesgo socialista, y un estado socialista, siempre es preferible el primero.

En el estado socialista, son los órganos dirigentes, sus “iluminados cerebros”, quienes marcan las pautas de vida. Determinan qué producir, y a que precios vender, controlando los mercados. Qué debes estudiar, controlando la educación. (Prueba de que es así, es el estado de la educación en nuestro país tras tres décadas de “control socialista”). Qué debes saber, controlando los medios de comunicación, (también de esto tenemos abundantes muestras en España). El individuo, pasa a ser “subvencionado”, eliminando así el natural espíritu de superación, que llega a desaparecer. La libertad, es sacrificada en aras del “bien común”, y tú, ya no decides. El estado, que ha adoptado el rol de madre, decide por ti. Te cuida, te protege. Todos conocemos a alguna madre “posesiva”, de esas que permanente vigilan y apartan a sus hijos de todo mal, impidiendo su natural desarrollo. Eso es el estado socialista.

Pero volvamos al “Estado del Bienestar”. La única forma de llevarlo a cabo, es a través del intervencionismo modificando las reglas del mercado. Y una vez que un estado, cualquiera que sea el objetivo, modifica unas leyes, ya nada le impide seguir interviniendo en otras áreas. Lo que se traduce naturalmente en el descontento. Descontento generalizado, ya que los sectores “desfavorecidos”, se quejan de insuficiencia de recursos. Y los sectores productivos se quejan de que los recursos que deben destinar al sostenimiento de ese estado, cada vez son mayores, llevándoles a situaciones “límite”.

Desde mediados del siglo XIX, y hasta bien entrado el siglo XX, se decía que el estado socialista, era la preparación, el paso previo para la instauración del comunismo. Obviamente, alguien debió considerar que ese paso no estaba exento de brusquedad, y lo que se concibió en un principio como una solución a una situación insostenible: “El Estado del Bienestar”, se convirtió en el primer paso para la implantación del socialismo.

La crisis que ahora nos azota, comenzó “barriendo” tanto Europa, como EE.UU. Pero curiosamente, donde recaló con más fuerza, y aún donde se quedó, al parecer con vistas a no marchar fue en  los países de la periferia: Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia. La característica común a todos ellos, era que sus economías descansaban por igual en el  sector agropecuario e industrial. Con excepción de Italia, donde la industria tiene más peso, y España, cuyo potencial era la agricultura y ganadería.

España, ya contaba desde mucho tiempo antes del periodo democrático que vivimos, con unas condiciones de cobertura social que nada tenían que envidiar al resto de Europa. La Población española en la década de los sesenta, ya estaba cifrada en los cuarenta millones, y era perfectamente sostenible. Hoy, apenas llegamos a los cuarenta y cinco millones, y somos incapaces de sostener las garantías sociales.

Personalmente, no puedo apoyar, ni lo haré jamás, ese supuesto “Estado del Bienestar”. Creo que cada hombre es dueño de su destino. Y que la intervención del estado en la vida de los ciudadanos, debe ser la mínima imprescindible. Es cierto, que los poderes públicos, deben facilitar el marco adecuado, para que todos, sin discriminación alguna por razón de su condición social, puedan acceder en igualdad de condiciones al acceso a la educación. Siendo éste el punto de partida. La escuela pública, como mínimo, debe tener la misma calidad que la privada. La formación, en el primer periodo de la educación, y hasta finalizar la enseñanza secundaria, gratuita. A partir de ahí, el acceso a la enseñanza universitaria, debería contar con un adecuado programa de becas destinado a paliar las carencias económicas. Nunca las intelectuales. Y digo esto, porque la tan manida “igualdad”, tan solo es un romántico supuesto que se presta a los más variados excesos. No, no somos iguales. No estoy diciendo que haya personas mejores que otras, quien lo interprete así, yerra. Lo que debe entenderse (si se quiere), es que somos diferentes unos de otros. Y esas diferencias físicas o psíquicas, hacen que la pretendida igualdad sea una más de las muchas utopías que con nosotros conviven.

Todos conocemos las leyes que rigen en la naturaleza. En ella, se da la supervivencia de los más aptos. En cualquier sistema social que se precie de ser “justo”, debería imperar el mismo principio, es decir: el triunfo de los más capacitados. Si tenemos en cuenta lo que ya se ha dicho antes relacionado con la sociedad capitalista, incluso el individuo con aptitudes menos “elevadas”, podrá alcanzar sus metas si le pone el debido esfuerzo y empeño. (Personalmente, conozco a muchos, que con el fruto de su trabajo, se han pagado sus carreras universitarias, y…¡están vivos!). Si, claro, les ha costado más, pero han llegado, y les queda la satisfacción, la profunda alegría de saber que nadie les regaló nada. Esto, es algo, que muchos de vosotros, ni tan siquiera os planteáis.

También, debe garantizarse una adecuada asistencia sanitaria. La mejor que el estado pueda soportar, sin esquilmar a sus ciudadanos. En una sociedad avanzada, no puede permitirse que las personas sufran o padezcan por falta de la debida atención sanitaria. Pero no todos (y volvemos a la igualdad), deben acceder en las mismas condiciones. No pueden gozar de los mismos derechos  o más incluso (como ocurre en la actualidad), las personas que recién llegadas a nuestro país se incorporan al sistema, que aquellos, a los que nos corresponden por haber contribuido, además de por nacimiento y herencia (nuestros padres, abuelos, etc. Contribuyeron a construir nuestra sociedad).

Y para el resto de las coberturas sociales, que se mantengan aquellas que se pueda, y para las demás, está la Sociedad Civil, que puede contribuir de modo voluntario a través de fundaciones, ONG`s, o incluso a título individual con sus donaciones.

Habrá quién dirá, que esto, es recurrir a la Caridad, a lo que se puede responder, si acaso no es Caridad la que imparte el estado a través de sus instituciones, y con cargo a todos los ciudadanos que honradamente se sacrifican a diario en el cumplimiento de sus obligaciones.
A esto pues, debe quedar reducido el “Estado del Bienestar”, so pena, de que si se avanza en él, si no admitimos su reducción, si seguimos negando la evidencia de que es insostenible si no es a costa de elevar las cargas fiscales hasta extremos insoportables, no solo perderemos ese “mínimo” que en líneas anteriores he expuesto, sino que perderemos nuestra libertad. El socialismo, espera su oportunidad. Y lo que es peor, cree que le ha llegado.


Hoy, crecen por todas partes grupúsculos más o menos radicales que día a día van ganando fuerza tanto en las calles, como en las redes sociales ante la debilidad y pasividad del gobierno. El riesgo real, es que un día surja un líder, “un iluminado” capaz de aglutinarlos. Ese día, dejaremos de pertenecer al mundo libre, para pasar a engrosar las filas de países como Venezuela, Cuba, etc. Y, no, no es ese el futuro que quiero para mis nietos. 

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