Capitalismo y propiedad, no son
lo mismo. La propiedad, es la proyección del hombre sobre sus cosas. Este
sentimiento de propiedad es tan inherente al ser humano, que hace que ya el
bebé se aferre a “su” chupete; que el niño, defienda “sus” juguetes. Podría
decirse que el hombre lo es, en la medida en que posee, y no importa que “solo”
posea la vida. La importancia radica en que sea consciente de esa posesión.
En cambio el Capitalismo, tal y
como lo concebimos, ha desposeído al hombre de su propiedad y la ha sustituido
por la “propiedad del capital”. La ambición desmesurada ha convertido a la
posesión de capital en un fin en sí misma, en lugar de lo que debería ser: el
medio para obtener algo que entraña un cierto valor económico.
En alguna ocasión, me he confesado
a mí mismo como “liberal”. Quiero matizar aquí, que lo soy en la medida en que
amo la libertad sobre todas las cosas. Por ello, creo que la intervención de
los estados en la vida del individuo debe ser la mínima indispensable. Estoy
firmemente convencido, de que solo bajo la economía de “Libre Mercado”, puede
el hombre realizarse plenamente en sociedad. Pero también estoy en la
convicción, de que la ambición humana corrompe todo lo que toca. Por eso, y no
por otra cosa, ha fallado el Capitalismo.
Amparado en su poderío económico,
el capitalismo, mediante una competencia desleal y desigual ha anulado a la
pequeña empresa, al autónomo, ha eliminado al artesano, ya no quedan pequeños
agricultores. Cuando no ha absorbido, ha rendido a sus pies a todos los
sectores productivos y políticos. Estados, gobiernos, empresas y ciudadanos han
caído bajo su poder y han entrado al servicio de los grandes grupos bancarios y
multinacionales.
Al final, todos hemos sido
reducidos a una condición angustiosa, infrahumana, en la que se nos ha
despojado de todo atributo que pudiera dar sentido a nuestra existencia. Somos
“Siervos del Capital”. Así pues, y por puro pragmatismo, por pura cuestión de
supervivencia, no tengo mas remedio que rechazar de plano este capitalismo que
más bien es “La Dictadura del Capital”.
Rechazo este sistema, que por su
ambición desmedida nos ha colocado en la situación en que nos encontramos. No
puedo seguir confiando en un capitalismo con el crédito restringido y unos
intereses de usura. No puedo defender un capitalismo, que para mantener los
privilegios abusivos de accionistas y ejecutivos, ha usado el ahorro de decenas
de miles de ciudadanos para especular y repartírselo en forma de dividendos. Me
resulta imposible defender un sistema que invitó a hipotecarse a millares de
personas a sabiendas de que los “objetos” garantía de esos préstamos eran en su
mayoría aire, de tal modo, que el valor del bien adquirido, jamás podría
igualar el valor del dinero pagado. No seguiré apoyando a unos políticos corrompidos
hasta la médula, que han permitido todo esto, y que se han llevado lo mejor de
la producción sin haber trabajado, hundiendo por igual a patronos y obreros.
Y…, ¿qué decir de la izquierda?
El Socialismo, que con su demagogia sigue apostando por un “Estado
Proteccionista”, en el que la “protección” de unos, es el resultado del expolio
de otros, y que oculta en su mensaje la auténtica verdad, que no es otra que el
deseo, la ambición incontenible de poder. Esa izquierda que expande su mensaje
de “igualdad”, y que en cuanto se le presenta la ocasión se enriquece a costa
del pueblo. Esa izquierda indecente que vende la “muerte” como progreso, la
“sodomía” como normalidad digna de protección, y para la que tener hijos es de
fachas.
¿Cómo apoyar a una idea que basa
su “verdad” en el Relativismo, y que por hacerlo así, paradójicamente, incluso
“sus” verdades son relativas, dejando en ese mismo instante de ser verdad?
¿Apoyar a una izquierda, que basa
su autoproclamada “superioridad moral” en la ideología de su fundador “Pablo
Iglesias”, quien tras ser proclamado diputado, en la sesión parlamentaria de 7
de Julio de 1909 proclamó: “Este partido
estará en la legalidad, mientras la legalidad le permita adquirir lo que
necesita. Fuera de la legalidad, cuando la legalidad no le permita realizar sus
aspiraciones” y que semanas antes, había participado activamente en “La
Semana Trágica de Barcelona”, dejando tras de sí un saldo de 120 muertos, mas
de 500 heridos, y 112 edificios reducidos a escombros por los incendios
provocados?
Después de lo dicho hasta aquí,
¿aún os creéis superiores moralmente?
No puedo negar sin embargo, una
cierta justicia en la concepción y nacimiento del socialismo. Vino ha hacerlo
en una época en la que los trabajadores eran realmente explotados. Los obreros
realizaban jornadas de 12 o 16 horas percibiendo a cambio salarios de miseria y
no existía la igualdad de oportunidades.
El Socialismo, vino a corregir ese estado de cosas. Justo pues fue su alumbramiento. Pero, como
en tantas otras cosas, lo malo no son las ideas, sino aquellos que las
defienden y que fácilmente se dejan corromper. Así, el socialismo, comenzó a
ver en la Historia algo material susceptible de ser manipulado y luego utilizarlo
en beneficio propio. Suprimió la esencia del ser humano: El Espíritu. La
Religión pasó a ser “el Opio del Pueblo”. La Patria rebajada a un mito mediante
el cual se explotaba al ciudadano. Para el Socialismo, solo hay “producción”, y
“organización económica” sin una sola gota de “espiritualidad”. Aquellos que
hoy lo defienden y representan, no aspiran a la justicia social que tanto
proclaman. Aspiran a la revancha. E irán tanto más allá en su venganza, cuanto
más lejos crean que llegó en su “injusticia” el Capitalismo.
¿Justicia Social?
Si tú, que lees estas líneas,
eres socialista, o simpatizas con sus ideas porque crees en la Justicia Social
( yo si), mira por un momento a aquellos que dirigen tu pensamiento. Mira a F.
González, J.L. Rodríguez Zapatero, A. Pérez Rubalcaba, J. Bono. J. Griñán, J.
Blanco, Chávez, etc. ¿Dirías que tienen algo en común contigo? Compara sus
fortunas con la tuya, y piensa que si las tienen es porque tú les diste con tu
voto lo único que realmente les interesa: El Poder.
Hoy, como ayer, vivimos en un
mundo sumido en la ruina moral más absoluta. Un mundo dividido por toda suerte
de diferencias. Y por lo tocante a nosotros, una España dividida por odios y
viejas, ancestrales pugnas. Una España en la que los fantasmas del pasado invocados
por la izquierda con el único objeto de aferrarse al poder siguen batallando en
nuestros campos. Esta España nuestra, siempre mal gobernada, en la que el eco
de la Historia nos trae a la memoria aquella frase que ya pronunciara hace más
de ocho siglos D. Rodrigo Díaz (El Cid): “¡Dios,
qué buenos vasallos si hubiere buen señor!
Ha llegado pues el momento de dar
un paso al frente. De mirar con objetividad al Socialismo y al Capitalismo y
extraer lo bueno que ambos tienen, y desterrar a los partidos que los
representan. Debemos fundar un nuevo movimiento que no sea de derechas, ni de
izquierdas. La Derecha, solo aspira a mantener la organización económica que
tenemos aunque sea injusta (solo hay que ver como estamos). La izquierda por su
parte, aspira a subvertir la organización económica aunque al hacerlo arrastre
lo bueno que tiene, y arruine a España (como ha hecho). Un movimiento libre de
los intereses de clase que representan la izquierda o la derecha y ligado
inexorablemente al único interés común a todos los españoles y digno por tanto
de ser defendido: España. Antes que europeos, somos españoles. Ésta es nuestra
tierra. Aquí hemos nacido y aquí moriremos muchos de nosotros. Ésta es nuestra
Patria, nuestro “Hogar”, que no es más que la Unidad en la que se integra el
todo que nosotros formamos: Tradiciones, Cultura, Lengua, incluso la Fe (quién
la tenga). Es la Patria una “Unidad” con fines propios que cumplir, porque de
su cumplimiento depende el futuro de nuestros hijos y nietos. Es el lugar en el
que deberíamos sentirnos seguros, en el que nada nos es desconocido.
No, no existen soluciones simples
a problemas complejos. Esta es la clave que ha llevado al fracaso a las
políticas de los partidos. Es la clave, que ha derribado sus “programas” una y
otra vez.
Lo primero que necesitamos es la
unión voluntaria de todos los pueblos de España bajo la idea de un proyecto
común capaz de ilusionar, porque solo desde la unidad surge la fuerza necesaria
para afrontar el futuro.
Así mismo, los partidos políticos
deben desaparecer. Ya hemos visto todo de lo que son capaces, y nos han
demostrado que lo único que quieren de
nosotros son nuestros votos, para con ellos y alternándose, perpetuarse en el
poder. Tanto PP, como PSOE, los dos “grandes”, no es que estén salpicados por
la corrupción, están bañados en ella, forma parte de su estructura. La
hipocresía y el cinismo de que hacen gala sus dirigentes y portavoces provoca
la nausea cuando se dedican a lanzarse acusaciones mutuas a cual mas repugnante,
pero no por ello menos cierta.
Todos hemos de sentirnos parte de
una comunidad seria gobernada por un ejecutivo fuerte, en la que cada cual
tenga su función. Con igualdad de oportunidades reales para todos. Libre de
subsidios y subvenciones, y en la que cada miembro por el hecho de pertenencia,
pueda llevar a cabo su proyecto vital. Una sociedad libre de zánganos en la que
no solo se reivindiquen derechos, sino en la que también se asuman
obligaciones.
Debemos asumir con
responsabilidad el sentido de nuestra historia y sentirnos orgullosos de ella,
pues de nada hay que avergonzarse. No hay otro pueblo en la Tierra, en el que
sus hombres hayan realizado mayores gestas que los nuestros contando con menos
recursos y apoyos por partes de sus gobernantes.
Siempre me llamó la atención el
ver como la mayoría de los ingleses se sienten orgullosos de su patria. No
ignoran que su “Imperio”, nació a costa de la piratería. No ignoran que Su
Graciosa Majestad (HMS, el rey o reina de turno), otorgaba “patentes de
corsario” que no eran sino licencias para robar a los barcos españoles que
volvían de América, y con nuestro oro asentar sus coronas. Tampoco ignoran, el
genocidio cometido con las tribus que poblaban América del Norte exterminando a
decenas de ellas. Y aún así, “los malos”, ¡somos nosotros!.
Debemos exigir por la Religión,
el respeto que ésta se merece. Porque negar el Espíritu del hombre, es negar
al Hombre. El hombre sin Dios, se rebaja
a la categoría del animal. El hombre, es un ser que trasciende más allá de su
tiempo. Su obra, sus palabras, aquello que de él prevalece tras su muerte, está
impregnado de su alma, y solo la religión es capaz de cuidarse de las almas y
preservar el legado espiritual. Con esto no quiero decir que el estado, deba
adoptar una u otra forma de religiosidad, o inmiscuirse en funciones que no le
son propias, tan solo, debe respetar, amparar, y preservarla de ataques.
Hemos de dejar de ver “La
Globalización”, como una especie de “panacea” universal salvadora de la
humanidad. Lo único que pretendían los promotores de aquella idea, era
salvaguardar sus propios intereses. Crear un mercado mundial de consumidores
ciegos para ellos continuar amasando sus fortunas. El ejemplo más claro de los
efectos de la globalización, lo hemos visto estos días. Detroit en quiebra. La
que fue el centro del Mundo en la fabricación de automóviles, comenzó su
declive en el momento que se abrieron fronteras y sus empresas (General Motors,
Ford, etc.) con el único fin de mantener beneficios se establecieron en otros
países, España por ej. ¿Qué ocurrirá cuando General Motors o cualquier otra,
decida que es más barato fabricar en Zambia que en Zaragoza? Ya ha ocurrido, y
la respuesta ha sido bajar los salarios para evitar que se vayan. ¿Es éste el
futuro que queréis?
Hasta aquí, grosso modo, he
expuesto los que considero “pilares básicos” sobre los que asentar el
movimiento que debe nacer: Unidad Nacional, Patria, Justicia Social, Valores. A
partir de aquí, es tarea de todos los que os sintáis comprometidos con España
contribuir con vuestras ideas, y espero que así sea. Podéis dejar vuestros
comentarios, o si preferís algo más personal dirigiros a mi correo:
luislasala07(@)gmail.com
Gracias anticipadas a todos.
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