miércoles, 12 de junio de 2013

Conforme avanzo por la vida, y viendo y aprendiendo de cuanto me rodea, voy hartándome de ver a una multitud de seres incapaces de esfuerzo alguno. A no ser con la excepción del estrictamente impuesto como reacción a una situación externa. Por ello, quedan grabados en mi mente, aquellos que son capaces de un esfuerzo diario y continuo, y que logran su progreso, no como reacción, sino como fruto de su trabajo. Son éstos los excelentes, los que no dan nada por hecho, los que nada piden y todo lo obtienen con su quehacer.

Me repugnan por tanto las multitudes que actuando como pura reacción ante la pérdida aparente de unos supuestos derechos (que jamás lucharon), pretenden derrocar sistemas, hundir sociedades, tan solo, para volver a su natural y letárgico estado.

Durante los últimos treinta y cinco años, desde que comenzó a andar nuestra joven democracia, y ésta llegó a manos de las izquierdas, los sucesivos gobiernos se propusieron transformar una sociedad que ellos calificaban de “atrasada” y “cerrada”, en una abierta y moderna.

Los derechos y libertades, pasaron a ser instituidos “por decreto”. De éste modo, el pueblo, pasó de la necesidad de luchar para su conquista a recibirlos como algo gracioso, obligatorio. Y así, las sucesivas generaciones, encontrándose el trabajo ya hecho, no tuvieron sino derechos. Las obligaciones, no existen.

Tienen la impresión, al igual que el niño mimado, de que todo les está permitido, y a nada están obligados. A fuerza de evitarles toda lucha para hacer realidad sus deseos, han llegado a creer que nada hay por encima de ellos. No han aprendido algo tan elemental, como que donde concluye su “Yo”, comienza el mío. Pero no, esas multitudes, no conocen ese límite, porque erróneamente, creen ser el “todo”, la voluntad suprema.

¿No os dais cuenta, de que aquellos que os pretenden, aquellos que solicitan vuestro apoyo para sus manifestaciones, para sus causas, están negando la única realidad que poseéis?.

Cuando cedéis a su voluntad, cuando ingenuamente los apoyáis,  entregáis vuestra libertad. Justo lo único que os hace dignos. Cuando cedéis, vendéis vuestra libertad individual, a cambio  de una libertad colectiva y restringida.

La única pretensión que tienen quienes ahora os cortejan, es llegar a controlar el Estado, es decir, controlaros a vosotros, a ti que me estás leyendo.

Al igual que en la antigua U.R.S.S., Cuba, China, Venezuela, Corea del Norte, y tantos otros países del orbe comunista, os dirán dónde trabajar, con quién compartir vuestra casa, qué y cuánto producir, qué debes saber, y qué no. Tus aspiraciones de ser “más”, de prosperar, (si las tienes), quedarán truncadas. A no ser claro está, que se te permita formar parte de la “élite” .
Respóndete a una simple pregunta: ¿Cuántas personas del llamado “Mundo Libre”, murieron al intentar saltar el “Muro de Berlín” para instalarse en la zona comunista?

Así, solo tienes una forma de progresar: Esforzarte, luchar por aquello en lo que crees, recuperar tu libertad individual. Y solo esa debería ser tu lucha.


Vosotros al fin y al cabo, no sois culpables de vuestra ignorancia. Lo son, quienes no os formaron debidamente. Y no lo hicieron, porque un pueblo que piensa, un pueblo culto, tarde o temprano se hace preguntas, y encuentra respuestas. Eso, no interesa.

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