Dicen, que cuando miramos el cielo estrellado, muchas de las
estrellas que vemos, han dejado de existir, pero, las vemos ahí debido a que su
luz tarda millones de años en llegar a nosotros.
También, alguien dijo una vez, que si miras al pasado solo
verás sombras.
Curiosamente, cuando yo miro al pasado, me ocurre lo mismo
que cuando observo el Firmamento. Veo, la luz. Veo la luz extinguida ya hace
mucho, de un pueblo que un día conquistó el mundo. Un pueblo, en el que nunca
se ponía el sol.
Veo la luz que irradian hasta hoy, proyectada desde la noche
de los tiempos, hombres como Cervantes, Quevedo, Berceo y tantos otros que con
sus plumas inmortalizaron nuestro idioma: El Español.
Veo la luz que proyectaron sobre los cinco continentes
hombres como Colón, Magallanes, Cortés, Pizarro, y tantos otros que arriesgaron
sus vidas, que abrazaron el mestizaje, para mayor gloria de un Imperio ahora
desgajado.
Veo la luz de hombres como Blas de Lezo, Almirante de la Mar Océana , que con una guarnición de apenas dos mil hombres
y una docena de barcos, y denigrado por sus gobernantes, plantó cara y derrotó
a la Armada Británica ,
que contaba con más de veinte mil efectivos,
impidiendo que hoy en la América Latina , se hable inglés. Hombres, como
aquellos que defendieron Filipinas, nuestro último bastión, abandonados a su suerte por nuestros
políticos, y a los que por su valor, tras rendir la guarnición, el enemigo,
rindió honores. ¡Esto es Orgullo!.
Veo la luz de hombres como Ramón y Cajal, (Premio Nobel de
Medicina); Isaac Peral, inventor del submarino; Juan de la Cierva, inventor del
Autogiro, precursor del helicóptero, y tantos otros, arrinconados en el desván
del olvido, y sin los cuales, probablemente, el mundo sería diferente.
Veo la luz de hombres como Luis Vives, humanista y filósofo valenciano; Ortega y Gaset Filósofo
y liberal, Zubíri y Aranguren filósofos, que hicieron del pensamiento un Arte,
y construyeron para Minerva un nuevo nido de Moral Cristiana, sin dejar de ser
laica.
Falla. Albéniz, Granados, Rodrigo, que inundaron con su
música nuestras almas.
Y, cuando veo esta luz que ya sé extinguida, me invade no la
nostalgia, sino la tristeza. Las lágrimas acuden a nublar mi mirada, y aparecen
ante mí las sombras. Las sombras de la ingratitud, de la envidia, de la
denostación, del injusto olvido al que nosotros ahora les sometemos.
Cualquier pueblo, sobre la faz de la tierra, se sentiría
orgulloso de todos ellos. Cantarían sus hazañas, serían utilizados como ejemplo.
Cualquier pueblo, pero no el nuestro. Nosotros los españoles, somos así.
Pero…, no creo que sea por maldad. Me niego a admitirlo. Más
bien pienso, que es porque no les damos importancia. Y no se la damos, porque
en cualquiera de nosotros, hay un artista, un filósofo, un conquistador o un científico.
Ese es nuestro error, creernos mejor de lo que somos.
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